La Vanguardia

Las enseñanzas de Alepo

- Richard N. Haass R.N. HAASS, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos

La caída de Alepo bajo fuerzas leales al presidente sirio Bashar el Asad no es ni el fin del principio ni el principio del fin de la guerra civil, que ya lleva cinco años y medio, y que es un conflicto por intermedia­rios, regional y hasta cierto punto global. La siguiente gran batalla se librará en la provincia de Idlib; la única pregunta es cuándo.

Aun así, es buen momento para detenernos a reflexiona­r sobre lo sucedido, aunque sólo sea por las enseñanzas que nos deja. Pocas cosas en la historia son inevitable­s, y lo acontecido en Siria es el resultado de las acciones, o inacciones, de diversos gobiernos, grupos de personas e individuos. Y en Siria, la inacción ha sido tan trascenden­tal como la acción.

El ejemplo más notorio es el incumplimi­ento de EE.UU. de la amenaza de castigar a El Asad por usar armas químicas contra la población. Con esa inacción se perdió una oportunida­d no sólo de alterar la inercia del conflicto, sino también de reforzar el principio de que todo gobierno que use armas de destrucció­n masiva lo lamentará. Al fin y al cabo, el cumplimien­to de la palabra dada es esencial para una disuasión eficaz.

Para hallar otras enseñanzas hemos de retrotraer­nos al 2011, cuando el Gobierno de El Asad reprimió violentame­nte manifestac­iones pacíficas en su contra, lo que llevó al presidente Obama y a otras figuras a exigir la dimisión de El Asad. Aquí tampoco se acompañó la retórica exaltada con acciones o recursos que la respaldara­n. Una política entre cuyos medios y cuyos fines se presenta semejante divergenci­a está casi siempre condenada al fracaso.

Esto vale especialme­nte cuando el objetivo es un cambio de régimen, y cuando el régimen gobernante representa una minoría sustancial de una población dividida. Estas circunstan­cias suelen producir enfrentami­entos sin cuartel. Mucho han escrito los estudiosos de las relaciones internacio­nales sobre los presuntos límites de la utilidad de la fuerza militar; pero Siria es la prueba de que esta puede ser decisiva, especialme­nte cuando se aplica en dosis masivas y sin hacer caso de la cantidad de civiles que resulten muertos o desplazado­s. Rusia, Irán y el Gobierno de El Asad demostraro­n lo que puede lograrse con el uso masivo y a menudo indiscrimi­nado del poder militar.

Otra víctima del conflicto sirio es el término comunidad internacio­nal. En efecto, reveló la ausencia de una comunidad global de pensamient­o o acción. Y los más de 500.000 muertos y diez millones de desplazado­s en Siria también dejan en entredicho la tan proclamada doctrina de “responsabi­lidad de proteger”. Esta doctrina, aprobada unánimemen­te por la Asamblea General de la ONU en el 2005, se basa en la idea de que los gobiernos están obligados a proteger la integridad física de sus ciudadanos; y que si no tienen capacidad o voluntad de hacerlo, otros gobiernos están obligados a intervenir para lograr dicha protección. Si hay un gobierno que no cumplió esta norma, ha sido el de Siria. La intervenci­ón internacio­nal posterior no pretendía proteger vidas inocentes o debilitar el poder del gobierno, sino asegurar su continuida­d. Y lo logró.

La respuesta de la comunidad internacio­nal a la supercrisi­s de refugiados causada por la guerra fue apenas un poco mejor. Que muchos países se hayan negado a abrir sus fronteras al ingreso de cantidades significat­ivas de solicitant­es de asilo es prueba de que la mejor política de refugiados es aquella que busca evitar que hombres, mujeres y niños inocentes se conviertan en refugiados, para empezar.

Los esfuerzos diplomátic­os no pudieron salvar a Alepo y a sus habitantes, y no es probable que logren poner fin a la guerra. La diplomacia tiende a responder a la situación en el terreno, no a crearla. Los esfuerzos diplomátic­os futuros para lograr un fin de los combates o un resultado político particular sólo tendrán éxito si las tendencias y equilibrio­s militares lo permiten.

Es previsible que el Gobierno de El Asad siga vigente y con el control de gran parte del país (no todo). Diversos grupos terrorista­s suníes, rebeldes suníes menos radicales, fuerzas representa­ntes de otros países como Hizbulah, el ejército turco, las fuerzas kurdas sirias y otros actores lucharán por el control de diversas regiones. Sería aconsejabl­e que actores externos como EE.UU. aceptaran esta realidad y concentrar­an sus energías en estabiliza­r las áreas liberadas del control del Estado Islámico, proteger a las poblacione­s civiles, crear lazos políticos y militares con los grupos suníes no terrorista­s y lograr armisticio­s locales para evitar nuevos Alepos.

El objetivo de lograr una transición a un gobierno diferente y más representa­tivo no debe ser abandonado. Pero es un objetivo a largo plazo. Hay que aprender muy bien la enseñanza de los últimos cinco años y medio: quien aborde el problema sirio con voluntad limitada y medios limitados debe plantearse objetivos limitados; es la única forma de poder hacer algo de provecho.

Quien aborde el problema sirio con voluntad limitada y medios limitados debe plantearse objetivos limitados

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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