Regiones sin historia
La reciente reforma territorial en Francia obvia la cuestión identitaria
Francia ha pasado este año de tener 22 regiones a sólo 13. El cambio forma parte de la reforma territorial, asunto largo y complejo que incluye cambios en la acción pública territorial, en el papel de sus grandes ciudades, una nueva delimitación de las regiones e incluso un estatuto particular para Córcega, el único territorio francés que alberga un sentimiento nacionalista verdaderamente significativo.
El objetivo de este cambio, que entró en vigor por decreto del 29 de septiembre, es recortar gasto y dotar a las regiones de un “tamaño crítico” que les permita ejercer sus competencias con mayor eficacia, con la idea de competir con las regiones europeas colindantes, particularmente los länder alemanes.
Visto desde España el asunto se presta a cierta ridiculización, porque las regiones francesas tienen pocas competencias y presupuestos al lado de las autonomías ibéricas: gestión de puertos y aeropuertos, cierta planificación económica, organización del transporte, enseñanza secundaria, y algo en cultura y deportes. Como ejemplo Euskadi (2,1 millones de habitantes) tiene en España un presupuesto ocho veces mayor que la región de Île de France (12,5 millones de habitantes) con centro en París y responsable del 30% del PIB francés. Pero Francia ha sido un gran país europeo bien administrado durante 200 años con su modelo de Estado centralizado. Aquí nadie tiene que aplaudir a los representantes regionales por la
proeza de haber sido capaces de consensuar políticas comunes para todo el Estado, como ocurre en España, por lo que, en ausencia de un debate comparativo serio, las críticas pueden ser de ida y vuelta.
El Estado francés se basa en la ciudadanía republicana y desdeña el comunitarismo, por lo que no fomenta las identidades locales y regionales. Eso se ha notado bastante en la quirúrgica delimitación de las regiones, que ha ignorado aspectos históricos y de identidad sin que ello creara mayores tensiones.
Las 13 regiones han quedado delimitadas en la siguiente lista, que en algunos casos une territorios de gran personalidad diferenciada y en otros separa vínculos históricos: el Gran Este ha unido Alsacia, Lorena y la ChampañaArdenas con centro en Estrasburgo. Occitania ha reagrupado las antiguas regiones del LanguedocRosellón y Midi-Pirineos con centro en Toulouse. Normandía, al revés, ha sido unificada, juntando la Alta y la Baja con capital en Rouen. Con centro en Lille, Altos de Francia ha unificado las antiguas regiones de Norte-Paso-de-Calais y Picardía. Uniones del mismo género se han practicado para formar la Nueva Aquitania, merendándose el País Vasco y la Gironda, con capital en Burdeos; la Auvernia-Ródano-Alpes con centro en Lyon, y la Borgoña-Franco Condado, con capital en Dijon.
El territorio de otras seis regiones no ha variado: Bretaña, Île de France, Provenza-Alpes-Costa Azul, País del Loira, Córcega y Centro-Valle del Loira, antes Centro, que sólo ha cambiado el nombre. En este segundo grupo invariable se ha mantenido a Nantes, antigua sede de los duques de Bretaña, fuera de la región.
Toda esta movida intentó ser paliada en un sentido más basado en la identidad por el Senado en octubre del 2014, cuando se votó una configuración con 15 regiones que preservaba la autonomía de Alsacia y de Languedoc-Rosellón, pero la Asamblea Nacional enmendó la corrección. Los catalanes de Perpiñán lanzaron una protesta que impuso una referencia a lo catalán en el referéndum, celebrado en junio, por el nombre de lo que al final quedó en Occitania.
El nuevo mapa regional ha unido territorios con gran personalidad diferenciada