El ‘fanalet’ escocés
Escena primera. La Corte Constitucional alemana dice no a la hipótesis de un referéndum sobre la independencia de Baviera, con argumentos que firmaría ahora mismo el Tribunal Constitucional español. “En la República Federal de Alemania, que es un Estado nación basado en el poder constituyente del pueblo alemán, los estados no son maestros de la Constitución. Por lo tanto, no hay espacio bajo la Constitución para que los estados individuales intenten separarse”, sostiene el dictamen. La sentencia, emitida esta semana en la ciudad de Karlsruhe, responde a la iniciativa pro referéndum de un pequeño partido que aboga por la independencia bávara. El Partido de Baviera obtuvo menos del 3% en las últimas elecciones locales y no parece que a corto plazo le vaya a disputar la hegemonía a la poderosa Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), coaligada a nivel federal con la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) de Angela Merkel. Pero Baviera –el Estado Libre de Baviera– es mucha Baviera. Estamos ante una sentencia preventiva.
Escena segunda. El Gobierno de Italia intenta rebajar el poder de sus regiones, superior al de Francia e inferior al de España. La disminución de las competencias de las regiones con autonomía ordinaria (en Italia hay cinco regiones con estatuto especial) era uno de los puntos de la reforma constitucional tumbada el pasado 4 de diciembre en el referéndum que supuso el hundimiento del primer ministro Matteo Renzi. Anteriormente, la Corte Constitucional había denegado la convocatoria de un referéndum consultivo sobre la independencia del Véneto, rica región del noreste en la que vuelve a latir el recuerdo de la Serenísima República de Venecia. Se eclipsa el independentismo de la Liga Norte, ahora reconvertida en partido nacionalista italiano, versión Marine Le Pen.
Escena tercera. Francia culmina la refundación de su planta territorial mediante la creación de 13 grandes regiones que sustituyen a las 22 anteriores. Motivos de la reforma, impulsada por el primer ministro Manuel Valls: ahorro, escala competitiva con los länder alemanes y difuminación de toda tentación comunitarista. Con la única excepción de la isla de Córcega, gobernada por los soberanistas, las nuevas regiones fusionan viejas identidades. No hay banderas que levantar.
Es imposible no ver el nexo entre la afirmación constitucional alemana, la prevención italiana y la pasteurización francesa. Estamos ante la respuestas de los grandes estados nacionales europeos al momento Escocia, que entre el 2012 y el 2014 generó un nuevo paradigma constitucional e hinchó las velas del soberanismo catalán, con un argumento difícil de refutar: “Si Gran Bretaña, cuna de la democracia liberal europea, permite un referéndum en Escocia, ¿por qué no en Catalunya?”.
Tres años después llega el paradigma Baviera. Han pasado algunas cosas desde entonces: el Brexit (reverso del no escocés) y todos los demás referéndums perdidos por los gobiernos convocantes, la victoria de Trump en Estados Unidos, la abrupta reafirmación de Rusia y la imperiosa necesidad de apuntalar la Unión Europea el 2017, si las próximas elecciones en Francia y Alemania lo permiten.
El fanalet de Escocia parpadea. ¿Se apaga? La luz del cuadro está cambiando. En Madrid lo saben y en Barcelona no podrá ignorarse.
El ‘caso Catalunya’ recorre Europa y alimenta distintas reacciones preventivas