2.100 farolillos
Ayer a las ocho de la mañana, en la helada y desértica plaza Major de Vic la temperatura era de un grado bajo cero. La rutina cotidiana sólo se veía alterada por los camiones de TV3 y las vallas metálicas para delimitar el espacio destinado a la multitud de vicenses que, doce horas más tarde, acabarían llenando el ágora para recibir a los Reyes Magos y un séquito formado por ochocientos figurantes.
Pasadas las siete de la tarde, un matrimonio que esperaba la cabalgata en el Passeig comentaba la absurdidad de la polémica sobre los farolillos independentistas: “El próximo año compraremos uno con la cara de Trump”, ironizaba el padre; a su lado su hija de cuatro años, ajena a estas reflexiones, se mostraba feliz con su tradicional farolillo con un sol pintado. La misma alegría que tenía un niño que, a pocos metros, blandía un farolillo con la estelada, bajo la mirada de unos padres orgullosos.
Tras recorrer las principales calles de la ciudad, la comitiva real llegaba a las ocho a la plaza de Vic, la “Capital de la Catalunya catalana”, según la definición que inventó, hace 35 años, Ramon Montanyà, el primer alcalde de la democracia. La entrada de los Magos y su séquito fue saludada por la multitud con vítores, en medio de un espectacular caleidoscopio lumínico, el calor de las antorchas y el redoble de los tambores. Después, Sus Majestades se dirigieron al Ayuntamiento para saludar a la alcaldesa. Allí, desde el balcón, el rey Melchor dirigió unas palabras a los niños, un parlamento que acabó con la proclama: “¡A dormitare, a la nonne!”. Luego, todos los chiquillos corrieron a casa para dejar los zapatos en el balcón, y a la cama.
Estos últimos días, muchos ciudadanos comentaban en la calle, en los bares y en las tiendas el alboroto mediático y político provocado por los farolillos de la estelada. Y se extrañaban de la masiva presencia de periodistas y unidades móviles de varios medios estatales desplazados para informar de un acontecimiento sobredimensionado.
Algunos comparaban esta polémica con la detención del concejal vicense de la CUP, Joan Coma, que tuvo que explicar al juez de la Audiencia Nacional el significado de la frase “Para hacer una tortilla primero hay que romper los huevos”. Otros lamentaban que la controversia sólo era una columna de humo para disimular problemas más importantes, como “el paro, los desahucios, los recortes en sanidad y educación, o la subida del precio de la luz y el agua”.
Horas antes de la cabalgata, quizás para conjurar al frío, el ambiente se fue caldeando. Personas habitualmente alejadas del debate político criticaban la contradicción de reclamar una república catalana sirviéndose de la monarquía de los Magos. Por su parte, un cliente de un bar comparaba la situación con una anécdota de su pasado: cincuenta años atrás quiso hacer la primera comunión vestido de marinero, tal como mandaba la tradición; pero sus padres lo obligaron a hacerla disfrazado de fraile.
En ambientes independentistas había una cierta división: mientras unos aplaudían la campaña y apoyaban a Jordi Sánchez (el líder catalán de la ACN), otros apoyaban a la dirección nacional de Òmnium Cultural, que se había desmarcado de la iniciativa local, y también se alineaban con el diputado de ERC Gabriel Rufián, que no compartía la acción y era partidario de dejar a los niños “al margen de estas cuestiones”.
Cabe recordar que la costumbre vicense de llevar farolillos con la estelada –algunos ya la consideran una tradición– empezó en el 2012. Una costumbre que no es exclusiva de Vic, ya que en Ripoll y Berga, y en otras poblaciones, también hay gente que participa en las respectivas cabalgatas con farolillos independentistas. En el caso de Vic, casi todo el mundo coincide en que la retransmisión del acontecimiento por parte de TV3 había magnificado una acción hasta ahora minoritaria. De hecho, la ANC no había realizado una distribución masiva ni gratuita de farolillos; sólo había puesto 500 a la venta en un puesto del Passeig y en la céntrica librería Anglada, al precio de un euro. Pero gracias al agrio debate, este stock pronto se agotó; entonces, la ANC osonense pidió más farolillos a las otras secciones territoriales, y durante todo el día de ayer también se fabricaron otros 600. En total, los promotores vendieron 2.100. ¿Hacía falta tanta polémica?
En Vic la iniciativa de la ANC también ha provocado una considerable controversia