Baltasar llama a tu puerta
Sus Majestades entregan directamente los regalos a los niños en Vilaplana, casa por casa, tras una cabalgata en tractores
Son las siete y media de la tarde y todos los niños y niñas de Vilaplana (Baix Camp) miran en dirección al pueblo vecino de Alforja. El fuego de las bengalas marca el camino a Melchor, Gaspar y Baltasar, que llegan a bordo de seis tractores y remolques, como marca la tradición. Un año probaron el caballo, pero en un pueblo trufado de avellanos y almendros, ningún medio de transporte es más eficaz y autóctono que el vehículo automotor.
“Ya llegan, ya llegan”. El mensaje corre como la pólvora en la entrada del pueblo, situado a los pies de la Mussara, en un entorno natural también mágico. Los vecinos más pequeños son los más impacientes y no esperan la llegada de los Reyes Magos en la puerta de su casa, aunque podrían hacerlo sin ningún riesgo de que la magia les pase de largo.
Los vecinos se organizan cada año para que sus Majestades, con la ayuda de los pajes, puedan repartir los regalos puerta a puerta, en más de sesenta casas. El grupo de Jóvens de Vilaplana, por el que pasan todas las generaciones de jóvenes de la localidad, se movilizan cada año para ayudar a la comitiva real y hacer posible el milagro.
Todos los presentes, cargados en remolques arrastrados por los tractores, se entregan a sus destinatarios en un par de horas, la misma noche de Reyes, en una prolongación fantástica y también matemática de la cabalgata. Antes, sus Majestades fueron recibidos en el Consistorio, con parlamento incluido desde el balcón, y la iglesia.
El reparto se hace con rigor porque aquí un error, aunque sea mínimo, puede provocar una desilusión mayúscula. El papel de los tractoristas merece una mención aparte. Quienes conducen la comitiva en la fría noche, calle por calle, la mayoría estrechas y empinadas, son agricultores del pueblo. Algunos acumulan décadas al volante de su tractor, mágico por una noche. Es el caso de Ernest Aymamí, que tras 40 años de servicios reales, a punto de cumplir los 70, se bajó ayer del tractor y pudo disfrutar de la cabalgata por primera vez junto a su nieto.
Las caras de ilusión, sorpresa e incluso alucine de los pequeños cuando los Reyes Magos llegan a su casa, los pajes preguntan por ellos, con nombre y apellidos, y les entregan su regalo, no tienen precio ni desperdicio. Todo esfuerzo acaba mereciendo la pena. El susto, la impresión y la locura, también algunos llantos, se convierte en la banda sonora.
Los niños y niñas de Vilaplana no han tenido que esperar a la mañana de hoy para desenvolver sus regalos. La noche fue larga, se cenó tarde y los horarios infantiles acabaron saltando por los aires. Un día es un día.
El pueblo, de 600 vecinos, se moviliza para hacer llegar la magia a más de 60 casas en un par de horas