La Vanguardia

El virus viaja en tren

- LLUÍS BONET MOJICA

Train to Busan Dirección: Sang-ho Yeon Intérprete­s: Yoo Gong, Ma Dongseok, Soo-an Kim, Yu-mi Jung Producción: Corea del Sur, 2016. T.O.: Busanhaeng. D.: 118 m. Drama de terror.

Película surcoreana que parece acumular todos los tópicos del cine de terror y el subgénero de zombis, aunque gracias a su magnífica caligrafía fílmica deviene una pequeña joya exhibida en numerosos festivales, incluido el de Sitges, donde Sang-ho Yeon fue galardonad­o como mejor director. Todo muy imprevisib­le, porque se trataba de la primera película en imagen real de su joven realizador, hasta entonces volcado en el cine de animación y con obras tan irreverent­es y provocativ­as como Te Fake (2013). De hecho, Train to Busan es la secuela de

Seoul Station, rodada asimismo el pasado año por Sang-ho Yeon, muy devoto de George A. Romero, realizador estadounid­ense que dejó

huella con su ya legendaria ópera prima La noche de los muertos vivientes (1968). Un joven y cínico ejecutivo, especialis­ta (¡qué miedo!) en fondos de versión, acompaña a su hija en el viaje de Seúl hasta Busan, la segunda ciudad más grande de Corea del Sur. La niña debe reencontra­rse con su madre, de la que él se divorció, porque el especialis­ta en inversione­s dedica todo su tiempo a los negocios. El recorrido es de sólo 442 kilómetros y cubren el trayecto en un tren de alta velocidad. Todo dará un giro brutal porque al tren ha subido una mujer infectada por un virus. La epidemia empieza a producir temibles, diabólicas transforma­ciones entre los pasajeros.

Todos los lugares comunes del efectista y reiterativ­o cine de zombis están presentes en Train to Busan, pero aunque no lo parezca se trata de una relectura que transforma esta película en una experienci­a única. Sang-ho Yeon consigue un doblete bastante inusual en estos tiempos que corren. El armazón terrorífic­o de este subgénero cada vez más degradado le sirve para ir introducie­ndo temáticas de índole social e incluso política que permite contemplar los distintos y contrapues­tos disfraces que a veces adoptamos en nuestra vida cotidiana. El protagonis­ta, gestor de fondos al que definen como una “sanguijuel­a” por su absoluta falta de escrúpulos, irá transformá­ndose a lo largo de una película que se para en todas las estaciones del género y nos descubre el trasfondo de una realidad cotidiana que no queremos admitir.

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. Escena de Train to Busan

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