La Vanguardia

Cabalgata a tortazos

- Margarita Puig

La novatada la pagué hace unos cinco años. ¿Los Reyes? ¡Vamos a verlos! A la cabalgata más pomposa. Descubrí allí a los profesiona­les de la silla: las atan con cadenas de moto (o de bicicleta, yo qué sé) allá donde pueden y así, horas antes, reservan su sitio privilegia­do mientras vigilan los bártulos desde un banco cercano. O desde el balcón. Más profesiona­les son los de la escalera. Aunque también han de llegar mucho antes del inicio del espectácul­o, se instalan allí, con su escalera desplegabl­e, y esperan sentados cómodament­e a que la magia de los Reyes todo lo envuelva. Y luego están los auténticos pros. Son los que llegan en familia (casi siempre numerosa o con abuelos y todo) cuando ya ha comenzado el desfile de las comparsas y a codazos se abren camino para ponerse en primera fila y disfrutar del espectácul­o como si fueran los dueños. Esa primera vez cargué durante la eternidad que dura el desfile (se hace más largo que uno de esos partidos de fútbol americano que no entendí ni en la época dorada de los Dragons) intercambi­ando el peso de mis hijos sobre los hombros. Primero uno, luego el otro...

Puesto que tras la experienci­a en la plaza Catalunya mis cervicales nunca han vuelto a ser las de antes, al año siguiente escogí una cabalgata de dimensione­s más humanas. De barrio. Fuimos a Gràcia. Allí se celebra un día antes, con lo que primero tienes que dar una explicació­n coherente para que los pequeños entiendan el adelanto de fiesta y luego rezar para que no te pase lo que a mí. Salieron Melchor y Gaspar. Todo muy animado. Sin problemas. Pero luego Baltasar se dirigió a mí ¡por mi nombre! y lanzó a mis sorprendid­os hijos su gran sonrisa enmarcada en rastas de colores. “¡El rey es una señora, mamá! ¡Y te conoce!”, exclamaron mirando con desconfian­za a Lucrecia. Hubo un tercer y hasta un cuarto intento en pueblos de tíos y abuelos que se sumaron al desastre. “Son unos impostores. Los Reyes están pintados con Dacs y las barbas van con goma”. Yo también me habría quejado...

Esta vez, la última supongo (pronto admitirán que nos han descubiert­o), ha sido la peor. Reventó el martes, cuando bajamos con el skate por tramos del bicing inesperada­mente desiertos y vimos un cartel en el que aparecen tres reyes. Son altos y tienen el aspecto esperado. Melchor es rubio. Gaspar es blanco. Y Baltasar negro. Creo que uno hasta lleva barba y pasa por auténtica. Según mis hijos son jugadores de baloncesto y aunque no puedo asegurarlo (me perdí cuando lo dejó Epi) entiendo su nuevo enfado. ¿Por qué se hacen pasar por los reyes si son famosos?

Un disgusto, pero a medias porque Sus Majestades, sean quienes sean, han vuelto a pasar por casa... ¡Buf! Me quedo con la duda de si son independen­tistas. Como en Vic. Pero, por mí que no sea. ¡Que siga la fiesta...!

Son altos y tienen el aspecto que de ellos se espera, pero ni idea de quiénes son; yo me perdí cuando lo dejó Epi

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