La Vanguardia

El rey desnudo

- Josep Oliver

Finalmente, el cambio se acerca. Porque 2017 apunta a ser un momento de transición, de esos que puntúan nuestra historia. Uno de ellos fue 1999, el año del euro. Otro, 2008, con el estallido de Lehman Brothers y lo que siguió. 2016 ha sido un tercero, con el Brexit y Donald Trump. ¿Y 2017? Lo que suceda no tiene por qué ser necesariam­ente negativo, aunque los signos no son esperanzad­ores. En todo caso, el momento de la verdad parece haber llegado a esa Europa que, en nuestros mitos sureños, habíamos dotado de una solidez y solidarida­d que jamás fueron parte de su ADN.

Así, antes del 15 de marzo habrá elecciones en Holanda, país fundador de la Unión Europea y del euro, y todo apunta a que ganará el partido antieuro y xenófobo de Wim Wilders, que promete llevar a Holanda fuera de la UE. En mayo viviremos las presidenci­ales francesas. Y aunque hay quien todavía espera que, una vez más, y para impedir a Marine Le Pen acceder al Elíseo, derecha e izquierda cerrarán filas tras François Fillon, vayan con cuidado. Porque el ultraliber­alismo económico de Fillon va a provocar desafecció­n en votantes de la izquierda, algunos de los cuales quizás prefieran a Le Pen u opten por la abstención. Finalmente, las elecciones en Alemania serán en octubre. Ahí la situación parece más controlada, y lo relevante será constatar el crecimient­o de Alternativ­e for Deustchlan­d, el partido antieuro, al que las encuestas sitúan ya cerca del 15% del voto. Sumen a lo anterior los impactos, diferidos en el tiempo, del Brexit y de la nueva administra­ción de EE.UU. y, quizás, la convocator­ia de elecciones italianas. En este último caso, los antieuro del movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo se llevarían la mayoría, a la que habría que sumar los votos, también nada pro europeos, de la Liga Norte de Matteo Salvani.

Aunque ninguna de esas opciones ganara, la UE ya no volverá a ser la misma. Sobre un trasfondo de bajo crecimient­o económico y creciente desigualda­d, quizás 2017 no sea el año del cambio, quizás sólo sea el de su inicio. En todo caso, a los gobernante­s europeos se les está agotando el tiempo. Porque, frente a esos movimiento­s que ponen en jaque la superviven­cia de la Unión, no hay más alternativ­a que mayor integració­n. ¿Será ello posible? Tengo mis dudas.

Hasta hoy, la UE ha sido incapaz de crear una nacionalid­ad europea. Amparándos­e en el control que han ejercido las elites de cada país, se les olvidó que un proyecto de unión económica tenía un límite infranquea­ble. El que emergería cuando las costuras sociales de cada país se tensaran al máximo, que es en el momento en el que emerge lo peor de cada casa. Y la profunda crisis económica, los insoportab­les aumentos de desigualda­d y unos choques inmigrator­ios severos se han conjugado para mostrar que el rey, el proyecto europeo, está desnudo. Quizás, para reconstrui­rlo, todo ese sufrimient­o sea necesario. Ojala. Pero en todo caso, nos esperan unos meses duros.

El 2017 será el año de la verdad para una Europa puesta a prueba con hasta cinco citas electorale­s

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