Yoshihide Suga
PORTAVOZ DEL GOBIERNO DE JAPÓN
El Gobierno japonés ha llamado a consultas a su embajador en Seúl y al cónsul en Busan (Corea del Sur) para protestar por una estatua en homenaje a las esclavas sexuales del Ejército Imperial nipón durante la II Guerra Mundial.
Sólo había transcurrido una hora desde la primera reunión del año del Consejo de Ministros japonés cuando el portavoz del Gobierno, Yoshihide Suga, sorprendió a los periodistas presentes con el anuncio de que Tokio había decidido llamar a consultas a su embajador en Seúl. El motivo: la instalación de una polémica estatua en homenaje a las esclavas sexuales coreanas de los soldados del Ejército Imperial Japonés –llamadas eufemísticamente
“mujeres de confort– durante la Segunda Guerra Mundial, ante el consulado nipón en Busan, una ciudad costera en el sudeste de Corea del Sur. Es una copia de la adolescente de bronce que desde el 2011 no aparta la mirada de la residencia diplomática japonesa en Seúl, que siempre ha resultado conflictiva para el Gobierno de Shinzo Abe.
El asunto amenaza con la reapertura de un conflicto diplomático que ha perseguido a ambos países desde la II Guerra Mundial. Los historiadores dicen que entre 50.000 y 200.000 niñas y adolescentes –la mayoría de ellas coreanas, pero también chinas, indonesias y de otros países asiáticos– fueron forzadas a prostituirse en burdeles del ejército imperial durante la dominación nipona en la península de Corea, entre 1910 y 1945, pero sobre todo en la etapa final de la guerra. Las wianbu, como se las conocía en Corea, eran secuestradas de sus casas o reclutadas con la promesa de trabajar en una fábrica para finalmente ser esclavizadas sexualmente en contra de su voluntad en las llamadas
estaciones de confort de los militares. Los burdeles estaban bien vistos –la prostitución era legal hasta 1958 en Japón– y tenían el discutible objetivo de “prevenir” violaciones.
Hace sólo un año, el Ejecutivo de Abe decidió dar un paso adelante para zanjar de una vez por todas el principal escollo en las relaciones bilaterales con Seúl, su tercer socio en exportaciones detrás de EE.UU. y China según el Banco Mundial. Formuló por primera vez unas disculpas oficiales y acordó una compensación de mil millones de yenes (8,1 millones de euros) para un fondo que restaurase el “honor y la dignidad” de las víctimas. La instalación la semana pasada del nuevo monumento, que representa una niña descalza vestida con el traje tradicional surcoreano, está a cargo de algunas organizaciones civiles que ven insuficiente el acuerdo y que han obtenido el visto bueno del Gobierno local de Busan. Piden que Tokio indemnice directamente a las víctimas en lugar de hacerlo a través de fundaciones y que asuma su responsabilidad legal.
“Japón y Corea del Sur confirmaron que el acuerdo alcanzado en el 2015 resolvía el problema de las mujeres de confort de forma definitiva e irreversible. En lugar de esto, una estatua ha sido instalada con consecuencias deplorables en las relaciones entre ambos países”, protestó el portavoz del Gobierno nipón. Además de hacer regresar de manera temporal al embajador en Seúl, Tokio también ha llamado a consultas al cónsul general en Busan y ha suspendido temporalmente el diálogo económico y las conversaciones sobre el intercambio de divisas entre ambos países. Una decisión que Corea del Sur ve “muy desafortunada” porque la cooperación económica no debería verse condicionada por “asuntos políticos”.
La controversia ha llegado hasta la Casa Blanca a través de una llamada telefónica de Abe al vicepresidente Joe Biden. “Es vital que Japón y Corea del Sur asuman la responsabilidad para ejecutar (el acuerdo)”, le dijo al estadounidense, según medios japoneses. “Y no es constructivo hacer cosas que vayan en su contra”, agregó. Para EE.UU. las buenas relaciones entre ambos países son muy importantes de cara a frenar la expansión china y a elaborar un escudo antimisiles con Corea del Norte, pero no es la primera vez que Washington entra en el asunto. Curiosamente, fue la candidata demócrata a las elecciones presidenciales de este pasado noviembre quien incomodó a Japón en el 2012. Entonces como secretaria de Estado, Hillary Clinton corrigió a un trabajador de su departamento y le recordó que la nomenclatura correcta para referirse a estas mujeres era “esclavas sexuales forzadas” y no “mujeres de confort”, tal y como estableció una declaración de la ONU en 1996.
Tensión entre Tokio y Seúl por una estatua que homenajea a las esclavas sexuales del ejército japonés en la Segunda Guerra Mundial Japón llama a consultas a su embajador en Corea del Sur y suspende el diálogo económico