La campiña inglesa
Londres sólo se compromete a subvencionar el sector hasta el año 2020
Los agricultores y ganaderos británicos no saben con qué subsidios van a poder contar después del Brexit, todo depende del arreglo final al que lleguen el Reino Unido y la Unión Europea, y de la generosidad que muestre el Gobierno británico hacia ellos.
Los agricultores y ganaderos británicos no saben con qué subsidios van a poder contar después del Brexit, todo depende del arreglo final al que lleguen el Reino Unido y la Unión Europea, y de la generosidad del Gobierno británico hacia ellos. Pero de una cosa están seguros, y es que van a salir perdiendo.
En la actualidad el sector recibe 3.100 millones de euros anuales de la Política Agrícola Común (PAC), además del acceso a un fondo de 5.200 millones de euros para proyectos de desarrollo rural hasta el 2020. Si hay un Brexit duro, y Londres se va de la UE dando un portazo y sin mantener el acceso al mercado único, todo ese dinero se evaporará de la noche a la mañana.
La paradoja es que la mayoría de los agricultores británicos son votantes del Partido Conservador y partidarios del Brexit por consideraciones que no tienen nada que ver con sus intereses económicos, como la nostalgia imperial, el enfado con la burocracia de Bruselas, el rechazo a la inmigración, el individualismo, la soberanía de su Parlamento y el deseo de controlar las propias fronteras. Pero, como el resto del mundo, no se esperaban ni en sus más remotos sueños que la opción de divorciarse de Europa fuera a resultar ganadora. Y se han quedado descolocados.
Para garantizarles una cierta estabilidad, el Gobierno de Theresa May les ha prometido que mantendrá el actual nivel de subsidios hasta finales de la actual década, y que a partir de ahí “ya se verá qué se puede hacer”. Pero el plazo podría ampliarse, porque de entrada no está claro que el Reino Unido vaya a concluir su separación con la UE en el periodo de dos años previsto por el tratado de Lisboa (es decir, la primavera del 2019), y es posible que sea necesario un acuerdo de transición que prologue el statu quo por un periodo sustancial de tiempo.
Para la agricultura y la ganadería británicas se avecinan en cualquier caso tiempos difíciles, porque la intención del Gobierno es reducir el
Los granjeros ingleses son conservadores o euroescépticos, y votaron por el Brexit sin saber qué significaba
actual subsidio anual de 3.100 millones de euros a unos 2.000, y que además parte del dinero se dedique a proyectos ecológicos de sostenibilidad económica, fomento del localismo y garantía de salubridad de los alimentos.
En la actualidad, los subsidios de la Política Agrícola Común se calculan en función de la extensión de las granjas, y constituyen un 55% de los ingresos de los agricultores y ganaderos (los aristócratas, entre ellos la reina Isabel y el príncipe Carlos, son quienes más se benefician). Muchos de los interesados se quejan de que se trata de un sistema sometido a una extraordinaria burocracia y con abrumadoras regulaciones, y estarían dispuestos a renunciar al dinero si el mercado para sus productos estuviera realmente abierto, algo que en la realidad es utópico. Si se produce un Brexit duro, las tarifas a la carne de cordero del Reino Unido serían de un 40%, haciendo las exportaciones inviables. Este país produce un 60% de los alimentos que consume, un 25% menos que en 1984.
El resto de países de la Unión Europea es el origen de un 70% de las importaciones de productos alimenticios por parte de Gran Bretaña, y el destino de un 63% de sus exportaciones, tratándose con diferencia de su principal socio comercial. Aunque esas cifras hablan por sí solas, el Gobierno de Theresa May sigue insistiendo en que la firma por separado de acuerdos comerciales con Estados Unidos, China, la India, Japón, Corea, etcétera, compensará las pérdidas de la pertenencia al mayor mercado único del mundo. Downing Street dice que la salida de la UE se traducirá en 20.000 millones de euros adicionales para el Tesoro, y ese dinero se repartirá entre los distintos sectores.