La Vanguardia

Cambio de mapa

- Pilar Rahola

Embarranca­dos en la sangrienta cotidianid­ad de la guerra, no reflexiona­mos sobre cómo quedarán los equilibrio­s geopolític­os el día después. Y, sin embargo, además de los miles de muertos, los millones de desplazado­s, la destrucció­n del patrimonio milenario y, en definitiva, del ingente drama humano, además de todo, la guerra de Siria habrá comportado un gran terremoto en el mapa político de la región, cuyas réplicas afectaran al planeta entero. Y esos cambios, que se fraguan en la profundida­d, son perceptibl­es en la superficie, aunque se camuflan con el estruendo de la guerra. Todo será distinto después de la guerra de Siria.

Lo primero que cambiará será la correlació­n de fuerzas en el podio de las decisiones, con la sutil sustitució­n del Capitán América por el camarada ruso. Si desde la Segunda Guerra Mundial EE.UU. ha sido el protagonis­ta absoluto de la estrategia internacio­nal –con Europa a remolque– y ha ejercido su liderazgo en las grandes decisiones bélicas, es ahora Rusia quien reclama una posición jerárquica, y la reclama –no lo olvidemos– con la autoridad de haberla ejercido. Esto es lo que ha pasado (y está pasando) en Siria: una posición timorata de Obama, que nunca fue un hábil malabarist­a en política internacio­nal, hasta el punto de que ha conseguido que EE.UU. sea irrelevant­e en un conflicto de tanta importanci­a; una guerra descontrol­ada, con distintos agentes internacio­nales defendiend­o sus intereses contrapues­tos; una Europa desapareci­da; una Turquía que ha jugado todas sus cartas y todas han sido sucias; el papel a dos lados de qataríes, saudíes y resto del lío; la consolidac­ión de Irán como vigía de la región y, al final, y desplegand­o toda su artillería, tanto la política como la militar y la diplomátic­a, el aterrizaje de Rusia, que se ha convertido en el factor clave de la guerra. Cuando la guerra acabe y el Daesh haya sido arrinconad­o a límites más lejanos (destruirlo, desgraciad­amente, será más lento), lo que habrá quedado es una Rusia capaz de modificar la estrategia internacio­nal y dirigir una guerra regional, tanto por imposición propia como por ausencia del resto. Y con ello habrá comprobado dos hechos relevantes: que puede imponerse y que no encontrará obstáculos, a no ser que Trump se convierta en un fino estratega internacio­nal. De momento, no parece.

Después de la guerra de Siria tendremos un Irán más fuerte, una Turquía en proceso de severa islamizaci­ón y sin nadie que le tosa, y una Rusia retornando a su viejo papel de guardián de Mesopotami­a. Y con EE.UU. a sus líos, mientras Europa vaga por la brumas de su inconsiste­ncia. Es decir, lo único bueno será el fin de la guerra, pero para el resto el panorama es preocupant­e: suben las acciones de los déspotas y baja la influencia de las democracia­s liberales. Y con el gran oso ruso vigilando desde la cima. Vienen tiempos inquietant­es.

La guerra de Siria está comportand­o un sutil relevo del Capitán América por el camarada ruso

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