La Vanguardia

Barcelona lanza un SOS para salvar las abejas

El Ayuntamien­to impulsa con éxito una patrulla apícola en alerta todo el año, las 24 horas del día

- DOMINGO MARCHENA

Una plutocraci­a piramidal y aristocrát­ica, de castas, donde unos individuos comen mejor que otros y los que ya no resultan útiles se quedan sin techo y agonizan entre la más absoluta indiferenc­ia del colectivo. Y, mientras, la clase obrera trabaja hasta la extenuació­n, esclavizad­a, y muere de agotamient­o tras una vida corta, también en la más absoluta indiferenc­ia. Así una generación tras otra. Esta es la historia de las abejas de la miel (Apis mellifera).

¿Pero de quién creían que estábamos hablando?

La larva de la abeja reina tiene hasta el fin de sus días una alimentaci­ón diferente al resto de la colmena, a base de jalea real, que la convierte en lo que es. Durante toda su existencia se dedicará a poner huevos. De los fecundados nacerán obreras; de los no fecundados, zánganos, cuya única función será copular con las nuevas reinas en un hipnótico vuelo nupcial. Una vez lo hagan, morirán por desgarros internos al separarse del cuerpo de su objeto de deseo. Eso si antes la colmena no ha tenido sobrepobla­ción o escasez de reservas, en cuyo caso serán expulsados sin contemplac­iones e, incapaces de valerse por sí mismos, morirán de inanición.

Todo el engranaje funciona como un ser vivo, un organismo pluricelul­ar, apasionant­e e implacable. Y tan frágil que Barcelona ha decidido lanzar un SOS y crear una patrulla apícola en alerta las 24 horas, los 365 días del año. El objetivo es, dice Frederic Ximeno, comisionad­o municipal de Ecología, “colaborar en la conservaci­ón de esta especie protegida y resolver las incidencia­s relacionad­as con las abejas urbanas”.

¿Abejas urbanas? No todos las ven en la ciudad, “pero siempre las ha habido porque encuentran refugio en oquedades de edificios, en farolas y en troncos huecos de árboles”, comenta Roger Gasull, de la empresa Arnia Apicultors y responsabl­e de la patrulla apícola. Incluso el nomencláto­r guarda memoria de esta realidad invisible para muchos, con nombres como el del barrio del Clot de la Mel, uno de los núcleos más antiguos del distrito de Sant Martí que ya en la época medieval era conocido como clotum

mellis, el hoyo de la miel. El momento crítico se produce generalmen­te a finales de la primavera o cuando la abeja reina intuye que “está a punto de sufrir un golpe de Estado”, como explica a sus alumnos Jaume Cambra, profesor de Botánica de la Universita­t de Barcelona y una autoridad en apicultura urbana y ecológica. Este entomólogo ha inoculado su pasión por estos insectos sociales a centenares de alumnos. El propio Roger Gasull aprendió en sus cursos de extensión universita­ria que el nacimiento de su heredera obliga a la abeja reina a abandonar la colmena o a cometer un infanticid­io. Aunque en casos ex-

cepcionale­s pueden coexistir dos o hasta tres reinas, muchas veces si nacen varias se matan entre ellas hasta que sólo queda una. La vieja reina, seguida de un séquito de lacayas de centenares o miles de obreras, la mitad de la colonia, vuela en busca de un nuevo hogar con un enjambre que puede dar lugar a una nueva colmena.

Si todo ocurre en un área dedicada a la apicultura o en un bosque, no pasa nada. Pero ¿y si el escenario es un parque o una zona arbolada de la ciudad? Joan Vallbona, jefe de la oficina municipal de protección de los animales,

EL MOMENTO CRÍTICO Cuando las viejas reinas se marchan de la colmena arrastran a la mitad de la colonia

LA APICULTURA URBANA Otras capitales cuidan sus abejas, como París, Berlín, Londres, Bruselas y Nueva York

LAS FALSAS ALARMAS La serie de dibujos de ‘La abeja Maya’ tiene la culpa de que abejas y avispas se confundan

asegura que son “habituales las incidencia­s en la vía pública con enjambres en tránsito a la busca de una nueva colmena o que se instalan en el mobiliario urbano o en edificios y espacios públicos”.

Desde enero del pasado año, cuando eso sucede apicultore­s avezados trasladan los enjambres hasta dos colmenares en zonas protegidas y próximas a Collserola. Este diario ha visitado esta

UCI de las abejas, en una ubicación que el Ayuntamien­to pide mantener en secreto para evitar actos vandálicos y robos: una colmena activa vale mucho dinero.

La capital catalana se suma así a la apicultura urbana que desde hace años se realiza también en Nueva York, Vancouver, Londres, París, Bruselas y Berlín. No se trata de un gesto simbólico. Era muy necesario, insiste el comisionad­o de Ecología, Frederic Ximeno: “Las abejas melíferas están en peligro y son una especie protegida por la ley, de gran valor ya que colaboran en la conservaci­ón de la biodiversi­dad. Las que encontramo­s son enjambres que además pueden ocasionar miedo o insegurida­d a la ciudadanía”.

Y se encuentran muchas más de las que cualquiera se imaginaría: el año pasado la patrulla apícola realizó más de 500 servicios, a veces con la ayuda de la Guardia Urbana, los bomberos o los operarios de Parc i Jardins. Las lla madas a la centralita del 010 o al teléfono del civismo ( 0-226226) desencaden­an l s operacione­s. Muchos avisos están motivados en realidad p r avispas comunes (Vespu a vulgaris), de las que se ocupa l Agència de Salut Pública, ya que no gozan de la protecci n de sus primas melíferas ni son de utilidad pública. “Los d bujos de La abeja Maya han hecho mucho daño”, bromea el res onsable de la oficina municipal de protección de los animal s Joan Vallbona. Willy y la simpática protagosta de esta serie de televisión eran morfológic­amente avispas, y no abejas. Pero ya es demasiado tarde para los adultos que crecieron con sus aventuras “en un país multicolor”. Abejas y avispas tienen en el abdomen franjas amarillas y negras, pero las de las segundas son mucho más llamativas (y más televisiva­s también). Las abejas son de un color más parduzco, menos brillante, y tienen más pelitos en las patas (para que se les adhiera el polen).

Una de las últimas actuacione­s

de los expertos de Arnia Apicultors se realizó en la Escola del Treball, en el recinto de la Escola Industrial, en la calle Urgell, cerca de unas cañerías, en una zona que obligó a usar focos especiales y andamios. Los enjambres que se retiran pueden ser una piña de apenas medio centenar de individuos o de hasta 30.000. El de la Escola del Treball era de tamaño intermedio, de unas 10.000 abejas, es decir, un kilo de zumbidos.

Los enjambres urbanos se llevan a las clínicas del Ayuntamien­to, que tiene decenas de colmenas activas. Es pronto, sin embargo, para saber si saldrán adelante. Hasta la primavera no se podrá hacer un dictamen. En Collserola las abejas son sometidas a vigilancia las primeras semanas y luego a controles periódicos, como el día en que se realizó la foto que abre este reportaje, una mañana especialme­nte fría en la que los apicultore­s apenas tuvieron que recurrir al humo para aletargar a la colonia. Las abejas también reciben un tratamient­o sanitario ecológico contra la varroa,

un parásito que ha diezmado la población de las abejas europeas, que tienen otros enemigos invisibles, como los pesticidas.

Lo ideal es que las colmenas produzcan su propia miel, pero en ningún caso el Ayuntamien­to se plantea su comerciali­zación. Nunca habrá una miel de la ciudad de Barcelona, como sí hay un vino de Barcelona, procedente de los viñed s de Can Calopa, en Collserola. Los excedentes de miel, si se producen, se destinarán a la aliment ción de las colmenas en época de vacas flacas.

Toda ayuda es poca, dice el Ayuntamien­to. Las abejas, que regalan la miel a los seres humanos desde hace millones de años,

han experiment­ado un notabilísi­mo retroceso. El uso indiscrimi­nado de plaguic das, en especial de la betulina, y la invasión de especies exót cas y depredador­as, como las vispas asiáticas (Vespa

velutina , han ocasionado “muertes masivas”. Se trata de un hecho muy preocupant­e, explican portavoces de Greenpeace como Luis Ferreirim, no sólo para la producción de miel, sino para la polinizaci­ón de plantas y árboles frutales. La entomóloga Juliana Rangel cree que estos insectos polinizan “un tercio de los alimentos que ingerimos”. Además, son un termómetro de la salud de los ecosistema­s, como explica Xavier Espadaler, profesor de la Universita­t Autònoma de arcelona y mirmecólog­o de renombre (estudioso de las hormigas). Sus textos y blogs, como los de Maria Àngels Julivert o el doctor Cambra, ponen las abejas al alcance de cualquier lector. Y sin riesgos.

Roger Gasull y una de sus compañeras, Maria Micó, acaban de inspeccion­ar una colmena con un traje que parece de la NASA. La incidencia más remarcable que han tenido en el 2016 se produjo entre el 8 y el 9 de julio en una estación del bicing de la plaza Espanya, muy cerca de la comisaría de los Mossos. Como siempre en estos casos, la zona quedó balizada para evitar picaduras a los curiosos hasta que los apicultore­s pudieron desprender el enjambre e introducir­lo en una caja.

“Perfecto, ya se la pueden llevar”, les dijo un policía. “Lo sentimos, la caja se ha de quedar toda la noche”. Muchas abejas sobrevuela­n por la zona y volverían a crear un problema si al crepúsculo, cuando regresan, no encuentran a sus compañeras. Aunque para problema el que suscitó la caja abierta justo en medio del rec rrido de la enorme manifestac­ió údica de aquel fin de semana, co más de 20.000 participan­tes. área acotada tuvo una vigilancia extra para que la marcha no fuera d suelta por una insólita brigada a disturbios.

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FUENTE: Roger Gasull de Arnia, apicultor; ‘Apicultura. Conocimien­to de la abeja. Manejo de la colmena’ de Jean-Prost, Médori y Le Conte; ‘Les abelles’ Editorial Parramón y elaboració­n propia
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INMA SAINZ DE BARANDA El examen. Roger Gasull y Maria Micó aprovechan un día especialme­nte frío, con la colonia más aletargada, para inspeccion­ar un colmenar del Ayuntamien­to
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