Literatura quemada
RICARDO PIGLIA (1941-2017)
Tras sufrir los embates durante los últimos años de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), ayer falleció en Buenos Aires uno de los mayores escritores argentinos contemporáneos, autor de clásicos
como Respiración artificial (1980) y
Plata quemada (1997). Muchos de los pasos de su vida se pueden reseguir en la serie de libros protagonizados por su álter ego, Emilio Renzi, personaje al que nombró con su segundo nombre y su segundo apellido y que ya aparece en su primer libro de cuentos, La
invasión (1967), aunque cobran especial cariz autobiográfico los Diarios de Emilio Renzi –que Piglia escribía y reelaboraba a partir de sus auténticas notas cotidianas desde 1957–. Se habían publicado ya dos entregas, Los años de formación (1957-1967) (2015) y Los años felices (2016), y se espera el tercero y último, Un día en la vida, para septiembre de este año, en la barcelonesa Anagrama, su editorial de los últimos años. Él mismo había calificado este proyecto de autoficción como el más importante de su vida.
Nacido en Adrogué, estudió Historia con el vano propósito de “quitarme de algún modo mi enfermiza pasión por la literatura”. Impartió clases sobre literatura en Argentina y en la Universidad de Princeton (EE.UU), junto a docentes como Toni Morrison o Mario Vargas Llosa. Justamente su novela El camino
de Ida (2013), en la que Renzi debe afrontar la muerte de una profesora en un centro universitario de New Jersey, refleja elementos de su experiencia en ese contexto.
Junto a Plata quemada, de la que se hizo una exitosa adaptación cinematográfica en el año 2000, interpretada por Eduardo Noriega, y los Diarios de Renzi, su libro más importante es Nombre falso (1975), colección de relatos en la que lleva al extremo uno de sus principales rasgos estilísticos, la mezcla de géneros, usando, en sus propias palabras, “de modo irónico las técnicas de la crítica erudita, entendida como algo paranoico. Quise trabajar sobre la noción de plagio, uniendo la vitalidad del mundo narrativo de mi admirado Roberto Arlt con la
eficacia estilística de su gran antagonista, Borges”. Como ensayista, algunos de sus títulos son Crítica y
ficción (1986), Formas breves
(1999) y El último lector (2005). Plata quemada reconstruye unos hechos reales: el robo, en 1965, de un camión de caudales por parte de un grupo de delincuentes con connivencias en la policía de Buenos Aires, y su posterior huida a Uruguay. Fue el título que le quitó el sambenito de ser un autor para un público erudito o metaliterario. Cuando le preguntaban por la adaptación al cine que dirigió Marcelo Piñeyro, él contestaba con un chiste: “Estaban dos cabras comiendo unos restos de celuloide cuando una le pregunta a la otra: ‘¿Te gusta?’, y la otra le responde ausente: ‘Bueno, me gustó más el libro’”.
Curiosamente, Piglia fue, durante muchos años, un autor ignorado en España hasta que, al borde del cambio de siglo, las editoriales Lengua de Trapo y Anagrama pusieron fin a la discriminación que sufrían los lectores españoles, con más dificultades para obtener sus títulos que los británicos o franceses, que ya contaban con traducciones.
Piglia ha ganado algunos de los premios más importantes para los escritores en lengua española, como el Rómulo Gallegos o el de la Crítica española, aunque se le resistió el Cervantes. Fue también protagonista de una polémica al ser condenado en el 2005 por un juez, que consideró que el premio Planeta Argentina que había obtenido por Plata quemada en 1997 había estado amañado.
Uno de los grandes escritores argentinos, considerado autor para eruditos, fue durante años ignorado en España