La Vanguardia

El Barça no entra a tope

Los blaugrana pagan salir flojos y en 13 partidos se fueron al descanso sin ganar

- CARLES RUIPÉREZ

La temporada pasada el Barcelona no encajó su cuarta derrota hasta el 2 de abril cuando entró en barrena tras caer en el clásico del Camp Nou después de 39 duelos invicto. Esta vez ese cuarto partido perdido ha llegado el 5 de enero, con cinco meses por delante de competició­n –la final de la Champions es el 3 de junio en Cardiff–. El paso atrás de los blaugrana no es casual ni resultadis­mo pues la irregulari­dad ha acompañado al equipo desde agosto en el juego y en el marcador. Y, pese a que el técnico insiste en que se trata del proceso lógico y normal de una temporada, los de Luis Enrique no consiguen estabilida­d. Mientras, avanza a trompicone­s, con tibieza, sin la determinac­ión de los buenos tiempos. Por lo que sobrevive en luegar de intimidar como haría un equipo favorito, algo que sólo consiguió en los tres últimos partidos antes del parón de Navidad, que le cortó el ritmo.

PASO ATRÁS La temporada pasada la cuarta derrota de los de Luis Enrique no llegó hasta el 2 de abril REPARTO MUY DESIGUAL En la primera parte apenas marca 25 goles, lo que obliga a un sobreesfue­rzo en la reanudació­n, con 50

La montaña rusa del Barcelona no es de una competició­n a otra o entre partidos. En los 90 minutos de un encuentro puede coronar la cima y hundirse en el fondo del valle. Se alternan momentos de exquisitez con un perfil bajo. En San Mamés el Barça pasó del nerviosism­o a la paciencia, de salir bien desde atrás a las pérdidas en la zona de construcci­ón que provocaron dos goles, de estar fuera de sus casillas a meterse en el partido para al final no poder rematar al rival con nueve.

Pero lo peor es que no es la primera vez que le sucede. En el Etihad se pasó de media hora deliciosa a perder 3-1. En Mestalla dejó que el Valencia le diese la vuelta al marcador en un abrir y cerrar de ojos. En Balaídos tiró la primera parte. Y contra el Hércules primero se atascó para acabar soltándose y haciéndole siete en el Camp Nou.

La tendencia de la temporada es la falta de tensión en los inicios. Para el Barcelona, por su estilo y la forma de encerrarse de las defensas contrarias, siempre ha sido importante marcar rápido el primer gol. Sin embargo, este curso el equipo no entra a tope en el campo. En vez de ir a destajo, se empieza flojo, a la expectativ­a, contempori­zando, a verlas venir. Y eso le está perjudican­do porque le obliga a ir con prisas y a contra reloj en la segunda parte, y a veces a remolque.

Y el caso empieza a ser preocupant­e porque en 13 de los 27 partidos de la temporada (casi la mitad), el Barcelona se ha marchado al descanso sin ganar. Con el peligro que eso conlleva de tener que hacer todo el trabajo en sólo 45 minutos. En nueve de esas ocasiones el duelo estaba igualado cuando el árbitro señaló el camino a los vestuarios y en cuatro encuentros los de Luis Enrique perdían (Alavés, Borussia, Celta y Athletic). Los malos inicios penalizan. Porque para corregir el rumbo hay que tener mucha convicción y requiere un doble esfuerzo. De hecho, de los siete duelos en los que al Barcelona se le han adelantado, los blaugrana sólo han podido remontar dos: el citado contra los alemanes en Mönchengla­dbach y en el Pizjuán en la Liga.

Pese al poder intimidato­rio del tridente, otra prueba del déficit del

conjunto de Luis Enrique es su poco bagaje ofensivo en los primeros 45 minutos: apenas 25 goles. En cambio, en la segunda parte los barcelonis­tas han celebrado 50 tantos.

El de San Mamés fue el undécimo encuentro en que el Barça llegaba al descanso sin batir al portero rival. Nada que ver con aquellas salidas en tromba en las que el equipo atropellab­a a su rival y dejaba el duelo visto para sentencia por la vía rápida. De momento sólo dos días (Deportivo y Leganés) se fue a la caseta con tres goles de ventaja y el duelo decidido.

En la catedral no le valió utilizar a diez jugadores de la alineación de gala (faltó Mascherano). Mientras el Madrid se ha habituado a ganar sin Bale, sin Benzema y hasta sin Cristiano, parece que el Barça necesita de sus mejores hombres para realizar un partido redondo. Por eso, tampoco se recurre a los suplentes para cambiar el signo. Luis Enrique no agotó los cambios por decimocuar­ta vez. Sin revulsivos, la solución pasa por empezar a tope. En El Madrigal y en la vuelta.

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LUIS TEJIDO / EFE

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