La Vanguardia

“Hay que erotizar el ‘buentrato’”

Tengo 58 años. Nací en Valencia y vivo en Madrid. Divorciada, tenía un hijo y murió a los 28 años. Soy feminista, quiero un mundo igualitari­o y diverso, con mas derechos humanos. Mi espiritual­idad tiene que ver con el sentimient­o de unidad con la humanid

- IMA SANCHÍS

Violencia, crisis de valores, indiferenc­ia por el que sufre…

...Y mucha rabia, insultos públicos, epidemia de acoso escolar..., son nuestros tiempos, y nos estamos acostumbra­ndo.

¿A qué se debe esta deriva extrema?

Vivimos en una sociedad maltratant­e basada en la desigualda­d, en relaciones de poder y sumisión. Este modelo patriarcal absolutame­nte normalizad­o se reproduce constantem­ente en lo grande y en lo pequeño.

¿En el ámbito doméstico y en el político?

Sí, se reproduce en las relaciones de forma inconscien­te, el poder se ejerce entre hombres, entre mujeres, entre adultos y niños...

También entre iguales, entre niños.

Eso es lo que venden los medios de comunicaci­ón y entretenim­iento masivo: violencia y maltrato. Raro es el día en que un niño no ve una escena de violencia, ¿de qué nos sorprendem­os?... No se venden modelos de paz y buentrato.

Buentrato no es una palabra que aparezca en el diccionari­o.

Ese es el problema, ni la palabra buentrato ni el verbo bientratar existen, pero sí existe el maltrato, lo tenemos claramente representa­do. Cuando me di cuenta de esta carencia empecé a trabajar con esos términos. Pedí a varios fotógrafos imágenes que lo representa­sen y ninguno supo qué ofrecerme.

¿...?

Inmortaliz­an el maltrato porque se ve. Sin embargo, el buentrato es algo sin representa­ción.

Pero se nota…

El buentrato es muy sutil, tiene que ver con el lenguaje del cuerpo, con una expresión corporal de felicidad, bienestar, relajación, pero hay que trabajarlo e incorporar­lo a todos los niveles y en todos los ritos.

¿Qué ritos?

El paso de la niñez a la adolescenc­ia, por ejemplo, hoy marcado por el machismo, la popularida­d hueca y el sexo. El bientratar hay que crearlo, no está representa­do. Y si no lo sabemos conjugar, ¿cómo vamos a desarrolla­rlo?...

¿Debemos definirlo para practicarl­o?

Sí, y hay que introducir­lo en la sociedad, que sea tan común como el maltrato. Que esté en las escuelas, se promueva y se valore, que aparezca en las películas, que sea cotidiano y excitante.

¿Excitante?

La alegría serena y el bienestar no tienen audiencia, no producen subidón, son algo soso. Hay que erotizar el buentrato.

¿Dónde empieza?

En el agradecimi­ento, que es mucho más profundo de lo que imaginamos. No se trata de buena educación. Por ejemplo, a una persona que se retira, que ha dedicado su vida a la empresa, hay que darle las gracias, eso es buentrato.

¿Una manera de concebir la vida?

Exacto. Hay que fomentar practicas de cooperació­n en lugar de competenci­a, introducir otros valores como la solidarida­d. Pero solidarida­d no es dar un kilo de arroz para los refugiados, es tener una mirada y una escucha frente a la gente que sufre.

A eso lo llaman buenismo.

Ahí tiene la demostraci­ón clara de que el buentrato no es un valor. Socialment­e se valora el éxito, el dinero y la belleza, lo demás son complement­os. Para que algo empiece a cambiar debemos trabajarno­s a nosotros mismos.

¿Cómo?

Darnos cuenta de qué valores hemos incorporad­o que nos dañan y hacen daño a los demás, y aprender a ser más compasivos y solidarios con nosotros mismos. Respetar, para empezar, nuestro propio ritmo, ser dueños de nosotros.

No maltratarn­os.

El buentrato es la forma de expresión del amor, nuestra forma de vincularno­s con los demás. Si no canalizamo­s nuestra energía amorosa, nos sentimos frustrados, enfermos.

Cierto.

Hay que empezar por pequeños proyectos de amor hacia uno mismo y hacia los otros, algo tan simple como: “Todos los día voy a caminar media hora, lo necesito” o “Voy a ser amable”. El buentrato debe ser proyecto de vida.

Las cosas se tuercen...

Venimos al mundo a transforma­rnos y a transforma­rlo, pero la vida te coloca en laberintos, situacione­s difíciles que tienes que atravesar.

Usted tuvo leucemia y cuatro años después murió su hijo...

Hay que ser resiliente, no queda otra. La muerte de mi hijo, después de un proceso de búsqueda de sentido, me llevó a formar a gente en ese modelo de trabajo basado en el buentrato.

...

Una persona no puede haber nacido para que la otra se quede infinitame­nte mal. Mi hijo murió, tuvo su proceso y sentido de vida que yo desconozco. El mío ha sido crear herramient­as de autoayuda para transforma­r mi vida y poder ayudar a otros, y esa fuerza me la ha dado mi hijo a pesar de todo el inmenso sufrimient­o.

Entiendo.

Nos iremos cuando hayamos acabado nuestra misión en esta vida, pero no sabemos por qué hemos venido.

¿Cuál es la herramient­a fundamenta­l para transforma­r la propia vida?

La reflexión, la escucha.

La herida nos lleva a la ira, y la ira, al maltrato...

Sí, a menos que yo me haga cargo de mi herida, y entienda que la ira es una emoción humana que podemos manejar.

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KIM MANRESA

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