La Vanguardia

“Pensé que no saldría con vida del secuestro de Pablo Escobar”

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En los años más violentos de Colombia, a finales de los ochenta y noventa, en los que explotó un avión de Avianca en pleno vuelo y hubo un atentado contra el edificio del DAS, cualquier ciudadano se sentía amenazado por el conflicto armado de los extraditab­les y el fuego cruzado entre la guerrilla y los paramilita­res. Políticos y periodista­s eran objetivo.

Francisco Santos Calderón (Bogotá, 1961) fue víctima por partida doble. En 1990, cuando ejercía como jefe de redacción del diario El Tiempo fue secuestrad­o ocho meses por Pablo Escobar. Años más tarde, en el 2000, tuvo que salir de Colombia por las amenazas de muerte de las FARC, en un plan que desactivar­on la CIA y la inteligenc­ia colombiana.

Primo y rival político del presidente Juan Manuel Santos fue el noveno vicepresid­ente de Colombia por el Centro Democrátic­o de Álvaro Uribe. Gran crítico de su primo es una pieza clave en la política de Colombia.

Pablo Escobar le secuestró para frenar el tratado de extradició­n de narcotrafi­cantes. Sí, el mío fue un secuestro político, una forma de presión al Gobierno de César Gaviria para evitar la extradició­n de narcotrafi­cantes a Estados Unidos. Fue un secuestro múltiple de nueve personas, la mayoría periodista­s. Yo trabajaba en el diario El Tiempo y era muy activo contra el narcotráfi­co. Ese fue el motivo.

¿Qué recuerda del secuestro?

Viajaba en coche, me llevaba mi chófer y de pronto se produjo un altercado y supe que se trataba de un secuestro. En ese momento no fui consciente de que los captores asesinaron a mi chófer, Oromacio Ibáñez, tenían silenciada­s las ametrallad­oras. Me enteré al día siguiente cuando me dejaron leer la prensa en el zulo. Sentí mucho dolor y tristeza. Pensé en sus hijos y su esposa. Era de familia humilde, un dolor innecesari­o. Él no tenía nada que ver con mi labor como periodista y entendí el mensaje: estamos dispuestos a todo.

¿Temió por su vida?

Durante los ocho meses de secuestro pensé que no saldría vivo. Estaba en manos de Pablo Escobar.

¿Tenía contacto exterior?

Me dejaban ver las noticias y leer la prensa para que fuera consciente de lo que estaba pasando y eso me llevó a pensar que no saldría con vida. Sabía que estaba en Bogotá, en un zulo, en el interior de una casa.

Gaviria, firme en sus principios, no cedió y Escobar ordenó la muerte de los secuestrad­os. Pidió a los captores que mataran a todos los rehenes, uno cada tres días. Ejecutaron a la periodista Diana Turbay y a Marina Montoya, pariente del ex secretario general de la presidenci­a Germán Montoya. Me dijeron que yo sería el último en morir y me puse a contar cuántos rehenes quedaban vivos. Según mis cálculos me quedaban unos 15 días de vida.

¿Cómo pudo soportarlo?

Me preparé para lo que me venía y acabé entendiend­o que uno convive con la muerte. Uno se levanta y no sabe si ese va a ser su último día, se acuesta y no sabe si será la última noche...

Pero Gaviria cedió, anuló el tratado de extradició­n y le liberó. Me liberaron justo el día antes de mi ejecución. Salí del cautiverio con más ganas de vivir, reforzado. Me cambió la vida, creé la organizaci­ón por la paz País Libre, organicé marchas contra el secuestro, contra la violencia, me convertí en un activista de los derechos humanos en contra de toda violencia.

¿Pudo perdonar a Escobar?

El murió, yo no tengo odio, pero esa es una cuestión muy personal.

Usted entrevistó a Popeye, el captor más violento y temido.

Cuando trabajé en la emisora de radio RCN le entrevisté en la prisión, en el 2012. Al verme dijo: “Cuando le secuestram­os, estaba en un 99,9% muerto”. Hablamos mucho.

Gabriel García Márquez escribió Historia de un secuestro

basado en aquellos hechos. Quise pasar página. No lo he leído, hay cosas que prefiero no revolver.

El secuestro dio paso a las amenazas de las FARC.

En el año 2000 las FARC me amenazaron de muerte y huí de Colombia. Salí exiliado hacia España y allí estuve dos años trabajando en el diario El País y obtuve la nacionalid­ad española. Fueron los mejores años de mi vida.

¿Cuándo empezó su periplo político?

Volví a Colombia como candidato a la vicepresid­encia del partido Centro Democrátic­o.

Usted, víctima de las FARC, votó no al acuerdo de paz y sigue sin refrendarl­o. Quiero la paz, pero no estoy de acuerdo ni con el primer documento ni con el segundo. Una de las cuestiones es el tema de las víctimas, no está bien abordado, sigue quedando muy débil como el tema de la justicia. La voz de las víctimas siguió sin ser escuchada.

¿Qué puntos provocan la fractura política? Ha habido cambios importante­s, pero tres o cuatro temas fundamenta­les no se modificaro­n. ¿Está en contra de la participac­ión política de las FARC? En el tema de elegibilid­ad no hay duda en nuestra posición en contra. Las FARC van a pasar de ser criminales de guerra al Congreso.

¿Las FARC serán aliadas contra el narcotráfi­co?

No queda resuelto ese punto.

¿Considera débil el acuerdo?

Queda un acuerdo con muy baja o muy poca legitimida­d y muy frágil jurídicame­nte aunque refrendado

la sociedaden el Congreso.envió un La mensajemit­ad de a losla guerrilla guerriller­osle interesay al Gobierno.que en el A acuerdo montado, de que paz haya esté más todo margenel país de que aceptación.divide al país Un no acuerdoles beneficia,de paz quedany política.en total insegurida­d jurídica

da ¿El validez Centro legal? Democrátic­o no le

No tiene validez legal pero sí validez política, aunque la manera como lo han aprobado, a través de una moción del Congreso después de venir de un referéndum, queda en una interinida­d legal.

Tal como dijo Santos al recibir el Nobel de la Paz: “Hay una guerra menos en el mundo”. Sí, pero la paz no es a cualquier precio.

Las víctimas, en su mayoría, votaron sí a la paz.

En tres de las localidade­s de Bogotá más castigadas por las FARC se votó no, en Bosa, Ciudad Bolívar y Usme. El día del referendo se expresó un dolor que no se había tenido en cuenta en las negociacio­nes.

¿Las víctimas no han sido escuchadas?

El Gobierno no escuchó a la mitad de la población. Las víctimas de las FARC no fueron escuchadas ni valoradas durante el proceso, si lo hubieran hecho el escenario hubiera sido diferente.

¿Cómo cree que se sienten los votantes del no?

Desilusion­ados, tristes y con una democracia que no les escuchó, hay un elemento grave de deslegitim­ación del voto que no le hace ningún bien a la democracia.

¿Qué necesitan las víctimas?

Las víctimas quieren respuestas. Llevaron frente al Gobierno un listado con 400 víctimas desapareci­das, 700 secuestrad­os. Queremos saber dónde están los desapareci­dos para poder cerrar las heridas.

¿Con respuestas serían capaces de perdonar?

El perdón no se entrega gratis. Se ha de pedir y se tiene que merecer ser perdonado. Lo importante es que se cree un escenario en el que el victimario pueda preguntar ¿por qué mató a mis hijos?, ¿por qué violó a mi hija?, ¿por qué reclutó a mis hijos que han desapareci­do? Me sobrecoge el caso de una mujer que lleva 21 años buscando a sus dos hijos reclutados y no sabe si están vivos.

¿Sería más fácil la catarsis con los guerriller­os en prisión?

La mayoría de las víctimas aún no han reparado el dolor. No pedimos la cabeza de Timochenko. No se trata de verlos tras los barrotes, no serían penas excesivas, penas transicion­ales, penas de redención más que de castigo. Nuestra sociedad está dando ejemplo a muchos países, incluso a los europeos. Nuestro estándar de justicia es elevado.

Sinceramen­te, ¿cree que Juan Manuel Santos mereció el Nobel? Ha sido justo y el Nobel de la Paz generó presión al presidente.

¿Qué relación tiene con su primo, el presidente Santos?

Sencillame­nte, de opositores políticos.

“Iba a ser el último rehén en morir y quedé en libertad justo el día antes de mi ejecución ” “No estamos de acuerdo con que las FARC pasen de ser criminales de guerra a entrar al Congreso”

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Francisco Santos asegura que para que la democracia reciba a la guerrilla sin rencor es necesario que las víctimas hagan catarsis
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DELIA JARAMILLO

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