La Vanguardia

¡Fuera adultos de la cabalgata!

- Glòria Serra

Pues sí, es necesario y bueno para el futuro que los niños se acerquen y entiendan la política. Y todo en este mundo es política. Si nuestros hijos nos preguntan, paseando por la calle, por qué hay una persona pidiendo limosna o viviendo entre cartones, la respuesta será netamente política. Si se trata de padres neoliberal­es, explicarán a sus hijos que los que piden es porque no han sabido formarse mejor y que, además, no tienen más ansias de superación que la subsistenc­ia. Si se trata de padres democristi­anos, apelarán al sentimient­o de caridad y compasión de las criaturas para ayudarles a dar limosna al pedigüeño. Si son de izquierdas, posiblemen­te les hablarán de la injusticia de un sistema económico que excluye a los que menos tienen y en que, si eres pobre o simplement­e asalariado, es bastante fácil caer en la miseria con un simple tropezón. Y así con todas las cosas de la vida. Las explicacio­nes que damos a nuestros hijos están impregnada­s de nuestras creencias.

Me parece recomendab­le que les ayudemos a entender cómo funciona nuestro mundo, cuáles son las reglas y cómo y por qué debemos o no cambiarlas. Cuando era niña, mis padres me animaban a leer el periódico o compartían conmigo la preocupaci­ón por una incipiente democracia en la que, sinceramen­te, en un país curtido a desgracias, no se la veía con mucho futuro. Más allá de despertarm­e quizá una incipiente vocación hacia mi futura profesión, creo que me ayudaron a ser una ciudadana con opinión formada o, como mínimo, en permanente proceso de construcci­ón.

Hay padres que llevan a sus hijos a manifestac­iones contra el aborto, porque quieren transmitir­les su rechazo. Y no hace falta dar detalles de cómo las enormes manifestac­iones en favor de la independen­cia de Catalunya se han convertido en romerías familiares donde participan desde los abuelos hasta las mascotas con los niños en el centro del corro. Algo similar pasó con el no a la guerra de Irak cuando el presidente Aznar dijo que todos los contrarios eran “pancartero­s, comunistas e independen­tistas que cada mañana desayunan galletas de rencor y odio”. En la siguiente convocator­ia en Barcelona hubo tanta gente que los manifestan­tes no llegaron ni a moverse del sitio. Participar­on personas que ni sabían dónde estaba Irak con sus hijos, lactantes incluidos, de la mano.

Es la prerrogati­va de los padres decidir qué educación política dan a sus hijos. Como después los niños, al hacerse mayores, tienen derecho a tirar toda la doctrina a la papelera y buscarse su propia ideología. A veces, en las antípodas de la paterna. Pero hay un tiempo para la conversaci­ón política y otro para que los niños se dediquen a hacer y ser lo que les toca: niños. Cada vez les recortamos más la infancia, exponiéndo­los antes de tiempo a la violencia o a la pornografí­a.

Dejemos que una ocasión para la fantasía y la magia como la cabalgata de los Reyes Magos continúe siendo estrictame­nte infantil. Ni farolillos por la independen­cia, ni discursos sobre los refugiados, ni extraños ejercicios de paridad de género con barba postiza. Te entran ganas de preparar carteles para los próximos Reyes que digan: “¡Fuera adultos de la cabalgata!”.

Dejemos que una ocasión para la fantasía y la magia continúe siendo estrictame­nte infantil

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