La Vanguardia

El Barça empata con el Villarreal (1-1) y cae al tercer puesto

Un Barça sin acierto ni gol sólo empata de falta en el 90

- CARLES RUIPÉREZ

La Liga se complica, se aleja, empieza a ser un amor imposible para el Barcelona, que a ratos implora que no le dejan los árbitros y otros parece que no puede. En el Estadio de la Cerámica (o El Madrigal de toda la vida), la justicia del fútbol le dio la espalda. Después de tantos pases, de tantos centros, de tanta elaboració­n y de tanto cansar al rival, el Barça del tridente echó en falta su remate, su pegada y su gol y cae al tercer puesto. Contra el Villarreal necesitaba ser pragmático y atractivo pero se quedó a medias. Le faltó acierto, se quedó seco. Esta vez empezó apretando, con actitud, lo que no le privó de tener que acabar corriendo, a contra reloj. Después de crear tanto, sólo pudo empatar con un golazo de falta de Messi, que sirve para no claudicar pero el punto le hace retroceder mucho.

El Barcelona sabía que le iba media Liga y, después de varias puestas en escenas inocentes, se puso manos

DE NUEVO A REMOLQUE

Pese a salir con actitud y dominar, los blaugrana tuvieron que correr al final para no claudicar en la Liga

a la obra desde el inicio con un planteamie­nto aguerrido, con fuerza e ímpetu para decantar la balanza pronto de su lado. Con tres cambios con respecto a San Mamés (Digne, Mascherano y André Gomes), no esperó a madurar ni se dedicó a verlas venir. Estaba enchufado, encendido. Nada de cocer a fuego lento. El balón se movía rápido con Messi y Neymar bien abiertos en la banda para dar amplitud y encontrar rendijas en la zaga castellone­nse, que hizo honor a su fama de pétrea y sólida.

Que el Barça salió con la portería del Villarreal entre ceja y ceja se vio enseguida cuando Iniesta en el minuto 1 ya probó a Asenjo. Nunca fue el manchego un jugador de gatillo fácil pero no se lo pensó al ver hueco porque la consigna parecía poner tierra de por medio por la vía rápida. La entrada de los blaugrana en el césped fue evocadora. Con mucho juego entre líneas, con mucho movimiento de futbolista­s, lo que dificultab­a a los marcadores la persecució­n de su par, y buenos pases filtrados desde la frontal del área. Pero a toda esa orfebrería le faltaba la guinda del gol.

Sin embargo, viendo que los espacios escaseaban en la caja del Villarreal y que los envíos no llegaban a su destino, el Barcelona optó por acabar las jugadas con disparos lejanos. Lo intentaron Neymar, André Gomes y de nuevo Iniesta. Pero nada. De hecho, la mejor ocasión de los blaugrana para marcar llegó en un córner botado por Ney y rematado de cabeza por Messi. Pese a la propuesta ambiciosa y todo el do- minio, el balón parado estuvo a punto de sal- varle. Hubo que espe- rar hasta el minuto 43 cuando el diez se elevó más que nadie y su testarazo lo desvió con la punta de los dedos el Zamora.

Mientras se producía todo ese trabajo de minería, de paciencia y de picar piedra, de medio campo hacia atrás los de Luis Enrique volvieron a ser un conjunto muy vulnerable. Cada vez que el Villarreal aceleraba se plantaba en el área de Ter Stegen. En la primera parte ni Dos Santos ni Sansone aprovechar­on que al Barcelona le cuesta un mundo correr hacia su portería. Sin embargo, el italiano sí que dio en la diana en el primer contragolp­e de la segunda mitad.

Fue una pérdida de balón, como las de San Mamés, esta vez de Digne en tres cuartos. Pato condujo el balón por el centro en un tres contra tres hasta que vio el desmarque de Sansone entre Mascherano y Piqué, que sólo tuvo que cruzarlo ante la media salida de Ter Stegen.

El rival se volvía a adelantar al

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Messi marcó el gol del empate con un excelente lanzamient­o de falta muy cerca del final del partido

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