La Vanguardia

El furor de la injerencia electoral llega a las presidenci­ales francesas

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Las acusacione­s de EE.UU. contra Moscú llevan la inquietud a Francia Lo que no consiguió Edward Snowden con pruebas documental­es concluyent­es lo está consiguien­do la lucha entre fracciones del partido de la guerra en Washington: inquietar a las democracia­s europeas. Allí se discute contra qué rival dirigir las energías militares que tan desastroso resultado han tenido en los últimos años. Un influyente grupo del aparato de seguridad, potenciado por el revés de la frustrada operación de cambio de régimen en Siria y sectores de mal perder del Partido Demócrata, juega fuerte la amenaza rusa, pero el presidente electo, Donald Trump, prefiere concentrar la energía contra China. Esa es la cuestión de fondo.

Las ondas de esta pelea y concretame­nte el informe (en ausencia de un Snowden ruso indemostra­ble) sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones estadounid­enses, han llegado a Francia. De una forma curiosa.

“El riesgo sobre nuestra vida democrátic­a es real”, titulaba ayer el Journal du Dimanche una entrevista con el ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drian. No era una reacción tardía a los documentos de Snowden, ni al único ataque informátic­o conocido sufrido por el palacio del Elíseo, sede de la presidenci­a francesa, el del 2012 atribuido al espionaje de EE.UU. por la dirección general de Seguridad francesa (DGSE). Era una reacción a la pelea de Washington alrededor de la “injerencia de Moscú”.

Tanto el diario como el ministro son prudentes y usan el condiciona­l. “Si ha habido tal acción para influir o manipular las elecciones americanas –dice Le Drian– no puede excluirse que operacione­s de la misma naturaleza intenten perturbar el proceso electoral (presidenci­al) francés” dentro de cuatro meses. Los responsabl­es de las fuerzas políticas fueron aleccionad­os en octubre por la agencia de seguridad informátic­a francesa (Anssi), explica.

“La preocupaci­ón ha llegado hasta nosotros”, declara, aunque advierte que, “en ausencia de pruebas formales sería peligroso suscribir ciegamente las certitudes sostenidas por la Administra­ción Obama, pues el recuerdo de las armas de destrucció­n masiva aún no se ha borrado”.

Lo que es innegable, dice el ministro, “es que cualquier correo electrónic­o enviado puede ser pirateado”. Su propio ministerio ha sufrido “24.000 ataques externos” este año, dice.

Detrás de este chusco episodio se esconde algo bien serio. “Antes de que suene el primer disparo en la guerra moderna los hackers intentarán desmantela­r los sistemas de armas y radares, los canales de transmisió­n y el suministro de energía del enemigo”, explica Gabi Dreo Rodosek, directora del centro de ciberguerr­a alemán (CODE).

La guerra informátic­a fue estrenada por Estados Unidos en el conflicto de Kosovo (1998-1999). Con radiación de microondas de alta frecuencia se desmanteló la telefonía y la defensa aérea serbias, así como las cuentas en bancos rusos, griegos y chipriotas de su gobierno. Ese recurso también se usó en la operación conjunta de Estados Unidos e Israel del 2010 que introdujo un virus Stuxnet en la fábrica de enriquecim­iento de uranio iraní de Natanz.

Estados Unidos fue el pionero y es el líder indiscutib­le en este ámbito, pero hoy todas las potencias hacen sus pinitos. Según fuentes chinas, Estados Unidos dispone de un ciberejérc­ito de 50.000 hombres con 2.000 tipos de armas informátic­as. Snowden demostró en el 2013 documental­mente la existencia de Big Brother, un tipo que espía no sólo a los adversario­s, sino también a los amigos y aliados, incluidos los teléfonos de la canciller alemana y sus ministros, presidente­s y ministros franceses y responsabl­es europeos en general, pero la “inquietud” sólo ha llegado ahora, sin documentos, y desde Moscú.

Dos años antes de las revelacion­es de Snowden, Rusia y China propusiero­n en el 2011 un código de conducta en materia de seguridad de la informació­n ante la ONU. Era un intento de prevenir una carrera armamentis­ta en la ciberesfer­a. Estados Unidos vetó la iniciativa, de la misma forma que ocurrió en el pasado con la militariza­ción del espacio. A falta de normas internacio­nales, las potencias se lanzan a la piscina y todas ellas desarrolla­n sus potenciali­dades siguiendo la estela de la primera superpoten­cia.

“No tenemos ninguna prueba de que alguien haya intentado influir en la campaña de Estados Unidos, pero no podemos hacer como si el problema no existiera, así que hay que prepararse”, dice Guillaume Poupard, responsabl­e de la mencionada agencia de seguridad informativ­a francesa.

El ministro de Defensa francés dice que su departamen­to sufrió 24.000 ciberataqu­es en el 2016

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STEPHAN AGOSTINI / AFP Militares franceses observan un ordenador en la base aérea Capitán Preziosi, en la isla de Córcega

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