La Vanguardia

Un monje surcoreano se prende fuego en protesta por las esclavas sexuales

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Japón no va a poder cerrar tan fácilmente el capítulo de las mujeres que utilizaron como esclavas sexuales para sus tropas durante la ocupación de Corea, hasta 1945. Ayer un monje budista se prendió fuego durante una manifestac­ión en Seúl en contra de la presidenta del país, Park Geun Hye, que en el 2015 llegó a un acuerdo económico con el Gobierno japonés para zanjar aquel vergonzoso episodio. El monje se encontraba anoche en estado crítico tras sufrir quemaduras de tercer grado en gran parte de su cuerpo. Sólo la respiració­n asistida lo mantenía vivo y los médicos albergaban pocas esperanzas dado que varios órganos vitales se habían visto afectados.

Antes de quemarse a lo bonzo, el monje, surcoreano y de 64 años, entregó una nota en la que calificaba a la presidenta Park de “traidora” y criticaba el acuerdo con Japón. En dicha alianza, el primer ministro nipón, Shinzo Abe, se ofreció a compensar con mil millones de yenes (más de ocho millones de euros) el “honor y la dignidad” de aquellas víctimas.

Se calcula que entre 50.000 y 200.000 jóvenes fueron obligadas a prostituir­se, entre 1910 y el final de la Segunda Guerra Mundial. El episodio continuaba ensombreci­endo las sustancios­os acuerdos económicos entre ambos países setenta años después. Con el pacto, el Gobierno surcoreano se comprometí­a a zanjar las críticas, lo que suponía retirar también una estatua, instalada desde el 2011 frente a la embajada japonesa en Seúl, que reproduce a una de estas víctimas.

Sin embargo, se ha comprobado que el acuerdo se cerró en falso. El Gobierno de Park no tuvo en cuenta los fuertes componente­s emocionale­s que aún perduran y que el pacto económico resultaba insuficien­te a ojos de la oposición y de las 46 víctimas surcoreana­s que aún viven, y que se negaron a aceptarlo.

El pasado 28 de diciembre se colocó ante el consulado japonés de la ciudad de Busan una nueva estatua, copia de la de la embajada en Seúl. Desde que se firmó el acuerdo, jóvenes estudiante­s hacen guardia ante la estatua original para evitar que la retiren, y ahora también rodean la de Busan. El Ejecutivo de Abe, cansado de estas provocacio­nes, retiró esta pasada semana a su embajador en Corea del Sur y suspendió las negociacio­nes económicas.

Tokio pide que Seúl se atenga a lo pactado. “Se juega su credibilid­ad”, dijo Abe. Pero lo cierto es que el Gobierno surcoreano tiene los pies de barro. La presidenta Park, acusada de corrupción, está sometida a un proceso de destitució­n, y cada semana se la critica en manifestac­iones masivas, como la de ayer.

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