La Vanguardia

El frío y las gripes laborales

- Joaquín Luna

Yo me llevo muy mal con el frío. Nunca me alcanza para comprar un abrigo respetable y no hay manera de coger una gripe de las de toda la vida, a diferencia de algunas personas que cada año se citan, se encaman y gozan con la fiebre, mientras en sus lugares de trabajo siempre hay quien dice: –Fulano, pobre, está con gripe. A veces, el comentario es insidioso. –Cada año le pasa igual, pobre. Gracias a la movilidad laboral, al trabajo fijo discontinu­o y al progreso médico, las gripes de invierno son más llevaderas y se está perdiendo una tradición del escaqueo muy española.

El frío siempre es noticia en enero. Unos años porque llega y otros porque no llega. Ayer, los telediario­s abrían boca y recitaban temperatur­as inverosími­les en Rusia acompañada­s de imágenes de aeropuerto­s paralizado­s, como el de Estambul, coches al ralentí en Carolina del Sur y algunos insensatos en las calles heladas de Roma.

¿Llegará al fin el frío a Barcelona? A mí, la verdad, que haga frío en Moscú me la trae al pairo. ¡Haber nacido en otro sitio, moscovitas y moscovitos! Yo donde quiero que haga frío es en Barcelona para que los turistas que aún van en manga corta dejen de faltarnos al respeto, el termómetro pueda más que mi cartera y termine por comprarme un abrigo de señor respetable con doble vida, como uno que vi en Prada el jueves. De un tiempo a esta parte, los abrigos parecen un muestrario de plásticos coloreados y yo lo que quiero –a falta de esposa e hijos– es un abrigo para la madurez juvenil. –Esta prenda no está rebajada. Vaya. Eso me dijeron el sábado en la tienda citada y desde entonces anhelo que las temperatur­as de Barcelona bajen a diez bajo cero y con la excusa de que la salud es lo primero tener las santas narices de volver, pagar 3.300 euros y salir tan pancho y de noche a tomar la fresca.

Me temo que no llegaremos a diez bajo cero y el abrigo tendrá que esperar. Lo malo es que ni siquiera con abrigos inadecuado­s uno cae en brazos de la gripe. Con unas décimas, una taza de caldo gallego y sin fumar dos paquetes al día, yo podría escribir desde el lecho y ganar su indulgenci­a: –Este tío delira, pobre. Ahora, en cambio, los lectores disgustado­s envían cartas al diario y me acusan, como un señor de Sabadell, de que cuando me leen creen estar leyendo la prensa de Madrid. ¡Ya me gustaría a mí conocer de primera mano el frío de Madrid –¡tendría mi abrigo!–, las gripes de Madrid y las tonterías de los madrileños para parodiarla­s!

El frío de Barcelona no da para abrigos respetable­s y sí para gripes medrosas que siempre pillan otros, con la excusa de que lucía el sol y han salido poco abrigados. Yo no insinúo que haya cuento con las gripes y las obligacion­es laborales, pero ya está bien de que siempre las cojan los mismos.

Una sopa caliente, el móvil apagado, un no molesten...

El frío de Barcelona no da para abrigos respetable­s, sólo para gripes medrosas, que siempre pillan otros

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