Luces y sombras navideñas
Una vez más nos vemos casi en la obligación de empezar el año hablando del alumbrado y los adornos que estos días han “vestido de fiesta” Barcelona. Dejando de lado el debate sobre los porqués de iluminar o no iluminar las calles, creemos que es urgente establecer una serie de criterios que sirvan para unificar estética y conceptualmente el conjunto de intervenciones que se realizan en los distintos barrios y zonas de la ciudad. Estos criterios deberían tener en cuenta, en primer lugar, los costes de instalación de miles y miles de metros de cables por encima de calles, paseos y plazas. Nos preguntamos, por ejemplo, si no sería más sostenible, eficiente y elegante un tipo de intervenciones que se limitaran a iluminar los árboles (ahí donde los haya) como se hace en París y muchas otras ciudades. Eso es precisamente lo que se ha decidido hacer este mismo año en la Rambla, con una propuesta que, además, pretende dialogar con la historia reciente del lugar. Encargada por la asociación Amics de la Rambla al estudio Clase Bcn, el proyecto se inspira en las antiguas pajarerías de esta vía. Igual de interesante es el proyecto realizado por Curro Claret por encargo de la Fundació Tot Raval. El proceso de fabricación de las luces, que reproducen la silueta de veintinueve vecinos del barrio, ha servido para dar formación y trabajo a personas desempleadas.
Pero desgraciadamente no todo han sido buenas ideas. Estos días también hemos podido contemplar la peor
Disfrazar la Pedrera o la casa Batlló es un paso más en la ‘souvenirización’ de la ciudad
versión del “vestido de fiesta” sobre dos edificios emblemáticos del paseo de Gràcia: la Pedrera y la casa Batlló. Sobre la fachada de la primera se adhirió un tosco artilugio hecho de bombillas que pretendía representar algo parecido a una estrella. Un poco más abajo, en la otra acera, la casa Batlló apareció con sus balconadas cubiertas de bolas blancas de porexpán para representar los efectos de una copiosa nevada. Sí, ya sabemos que ambos edificios son de titularidad privada y que sus propietarios tienen permiso para decorarlos como les plazca. Otra cosa es que nos parezca bien. Nos sorprende, además, que intervenciones así puedan hacerse en una ciudad donde la normativa que regula el paisaje urbano es estricta e inamovible cuando se trata de otras cosas y de otros lugares. Pero lo más grave, en cualquier caso, es lo que estas dos intervenciones confirman y perpetúan: la explotación y la banalización del patrimonio arquitectónico modernista de Barcelona y de la obra gaudiniana en particular. Disfrazar la Pedrera o la casa Batlló con este tipo de atuendos navideños representa un paso más en el imparable proceso de
souvenirización de la ciudad; una falta de respeto que a nuestro parecer no debería repetirse. Al fin y al cabo, las luces y los adornos de navidad también ponen de manifiesto a manos de quiénes y para quiénes se diseña la ciudad.