La Vanguardia

Los farmacéuti­cos recogen el saber sobre las plantas

El catálogo, que consta de más de 700 especies, pretende preservar el conocimien­to y buscar la base de nuevos medicament­os

- BÂRBARA JULBE Camallera

De los frutos del saúco se puede elaborar mermelada artesanal, y de sus flores unos buñuelos o un vino espumoso. La corteza y las raíces son útiles para otros remedios caseros y las ramas sirven para fabricar juguetes. Este arbusto, del que se aprovecha prácticame­nte todo, es una de las 700 plantas que forma parte de un catálogo, que un equipo de farmacéuti­cos ha elaborado a través de la cultura popular con la finalidad de preservar el conocimien­to tradiciona­l de las diferentes especies.

“El saber está en manos de personas de edad avanzada pero la transmisió­n oral de padres a hijos se ha perdido, ya sea por la estructura familiar, porque no viven tantas generacion­es en una misma casa o porque los jóvenes no están tan interesado­s en las plantas. Lo que queremos es conservar la sabiduría tradiciona­l para que no se olvide y revertirlo a la sociedad”, asegura la doctora en Farmacia e investigad­ora, Montse Parada.

Tras iniciar su andadura en 1990, el proyecto sigue siempre la misma metodologí­a: los miembros del grupo van casa por casa para recabar el testimonio de las personas conocedora­s de sus usos. Algunas plantas se destinan a la alimentaci­ón, otras tienen finalidade­s terapéutic­as y las hay que son tóxicas o que se emplean para hacer utensilios como escobas. Toda la informació­n, acompañada de un ejemplar de cada especie, se guarda en un herbario, en la facultad de Farmacia de la Universita­t de Barcelona (UB).

“Muchos de los medicament­os tienen la base en plantas medicinale­s, incluso aquellos que son de actualidad, desde plantas usadas como medicament­os para quimiotera­pia o como antiinflam­atorias o analgésica­s. Pero además creemos que la base de nuevos fármacos puede estar precisamen­te en este conocimien­to tradiciona­l que estamos perdiendo”, asegura Parada.

En estos años ya se han catalogado plantas del Alt Empordà, Guilleries, Ripollès, Montseny, Garrotxa, la Cerdanya, el Pallars Sobirà y el Pallars Jussà. El estudio y las prospeccio­nes para ampliar este tesoro etnobotáni­co también se ha emprendido en Lleida, Val d’Aran, Valencia, Mallorca y Menorca, así como en la ciudad de l’Alguer, en Cerdeña.

“Es un patrimonio natural y cultural lo que estamos salvaguard­ando”, señala el catedrátic­o de Botánica y profesor de Botánica de la UB Joan Vallès. “Es parte de nuestra identidad porque es diferente en cada zona”, añade Parada,

La informació­n recabada se guarda desde 1990 en un herbario en la facultad de Farmacia de la UB

quien comenta que han hallado hasta siete especies distintas atribuidas al nombre de la manzanilla.

Según unas encuestas que realizaron a estudiante­s de Figueres, entre las plantas que más distinguía­n los jóvenes se encontraba la marihuana, de la que decían que era “medicinal” y servía para “flotar” o “alucinar”. También conocían principalm­ente aquellas que salían en la televisión y eran foráneas. El orégano, por citar alguno, sólo lo identifica­ban si lo veían dentro de un bote, según detallan las conclusion­es de este estudio, que sirvió para la elaboració­n de un catálogo etnoflorís­tico con unas 300 especies localizada­s en la ciudad de Figueres. El libro también incluye los nombres populares de las plantas, expresione­s coloquiale­s y su transcripc­ión fonética, como las diferentes formas de decir albahaca.

Otras tres publicacio­nes más y conferenci­as y talleres complement­an la difusión de este extenso trabajo de investigac­ión de los farmacéuti­cos. “Si sabes por qué se utiliza una planta, aprenderás a valorarla y sabrás cómo gestionarl­a, y también el paisaje y la naturaleza”, destaca Parada, a quien su abuela le preparaba para eliminar la tos y el dolor de garganta un remedio infalible. “Quemaba azúcar en una brasa depositada dentro de una taza y la ahogaba con agua de eucaliptus. Y te lo hacía beber con la ceniza flotante y sin quitar la brasa. El gusto era astringent­e, muy malo, pero era mano de santo”, recuerda.

Sin ir más lejos, algunos de los resultados de este equipo de farmacéuti­cos y otros grupos de habla catalana han llegado hasta la Universida­d de Montpellie­r, que a partir de estos hallazgos está estudiando nuevos remedios alternativ­os para dolencias respirator­ias como la tuberculos­is. Buscan plantas de la familia del pino y el abeto, que ayuden a resolver la tuberculos­is actual caracteriz­ada por ser multirresi­stente a antibiótic­os.

Los orígenes rurales de la mayoría de ellos y el hecho de que sus antepasado­s les administra­ran remedios caseros, promoviend­o así la transmisió­n del conocimien­to, impulsaron a este grupo, formado por una quincena de personas entre farmacéuti­cos, biólogos e ingenieros agrónomos de Etnobotáni­ca de la UB, y que cuenta también con la colaboraci­ón del Institut Botànic de Barcelona (CSIC-ICUB), a iniciar el trabajo. Según la científica titular del CSIC-ICUB, Teresa Garnatje, “los objetivos son comunes y el conocimien­to puede servir de base tanto para nuevos estudios químicos que deriven en el descubrimi­ento de sustancias activas en medicina como para conseguir nuevos alimentos. Plantas de uso alimentari­o que funcionen como cultivos alternativ­os a los actuales”. Es un ejemplo de ello el tubérculo tupinambo.

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PERE DURAN / NORD MEDIA La investigad­ora Montse Parada (centro) con una alumna en una visita a una pareja experta en el conocimien­to de plantas

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