La Vanguardia

Feliz año viejo

- Daniel Fernández

Sí, ya sé, es prácticame­nte el primer lunes de este 2017, porque el 2 de enero casi no cuenta, salvo para los granadinos que siguen celebrando la (re)conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, y ya está aquí el desconside­rado de turno para avisarles que el año viene raro. Y encima con la bromita más que obvia de felicitar el año nuevo tildándolo de viejo. Pero es lo que hay. Que yo no he recuperado el ánimo para afrontar este año puede ser una explicació­n. O también que, en efecto, vienen doce meses cargados de efemérides, desde el centenario de la revolución rusa de octubre hasta el de las aparicione­s marianas de Fátima. Pero el año aparece como usado, gastado, viejo, ya les digo, y se me antoja preñado de ecos de otras décadas, con acentos incluso de la de los años treinta del siglo pasado. Ojalá me equivoque, por supuesto, y acabe por ser este uno de los mejores años de nuestras vidas, uno de los que más brillarán en nuestros recuerdos. Pero es que Trump será presidente dentro de pocos días, y eso da miedito. Más todavía si releemos los comentario­s despectivo­s, tan similares, que buena parte de la prensa civilizada dedicó a Hitler cuando consiguió ser canciller. Payaso demagogo, podríamos establecer como nexo común. Y fíjense en que también se hablaba del flequillo de Adolf, aunque al final la imagen icónica haya ido más por el lado de las pilosidade­s labiales. Sí, tal vez hay motivos para la esperanza, porque con el 2016 puede que estemos despidiend­o la peor crisis económica y social de este país en mucho tiempo, o porque fue el año en que vivimos con el gobierno en funciones y, sin embargo, funcionand­o. O por las ondas gravitacio­nales y la promesa de regeneraci­ón celular que la ciencia nos ha dejado junto a los turrones.

Pero el caso es que no me fío. Tengo un mal pálpito. Con Trump, desde luego, pero también con esta Europa nuestra desnortada y que necesitamo­s que se reactive como proyecto político cuanto antes (qué curioso que

Plegarias e insultos al viento, eso es lo que parece traer el año, con tremolar de banderas y pancartas, con agitación y poca inteligenc­ia

hayan sido los británicos los que hayan dinamitado la Europa de los mercaderes; sigamos buscando motivos para la esperanza), para no hablar de Rusia, Siria y Oriente Medio, terror yihadista, deuda pública y privada, refugiados, África, calentamie­ntos globales o locales, nacionalis­mos y regresione­s varias.

En Catalunya ya sabemos que seguiremos, al menos en parte, en nuestra burbuja, con las banderas ondeando gastadas, y no como las tradiciona­les de Bután, que se degradan porque el viento cumple sus oraciones. Plegarias e insultos al viento, eso es lo que parece traer el año, con tremolar de banderas y pancartas, con agitación y poca inteligenc­ia, con esas continuas llamadas al diálogo que son en sí mismas un diálogo de sordos. Y el caso es que este año, dosmilésim­o décimo séptimo de nuestra era, deberá ser año de cambios y reformas, un año nuevo aunque llegue con aromas del pasado. Hoy sólo estamos empezando. Y habrá que superar este cansancio.

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