La Vanguardia

Importanci­a del tercer hombre

- Joan Golobart

La herramient­a para atacar y

defender. Una de las cosas que me maravilló del Barcelona de Pep Guardiola era la puesta en práctica de una teoría que rondaba mi miente y es que para atacar tienes que hacer las mismas cosas que para defender. El partido de ayer fue una buena muestra de todo ello. Cómo un equipo llega a dar un recital durante el primer cuarto de hora con un Iniesta magistral y en cambio ser el Villarreal el que tuvo la mejor ocasión en las botas de Jonathan dos Santos.

El Barça dio un recital deportivo gracias a la movilidad de sus hombres. Iniesta, antes de recibir, escaneaba su territorio para reconocer su entorno, se movía para espaciarse respecto a su marcador, hacia un control orientado, sus compañeros próximos se ofrecían y un tercero buscaba el espacio letal. Y así se fueron sucediendo jugadas de ataque que no fructifica­ron por la buena labor defensiva de los jugadores de Escribá.

Podríamos decir que a parte de la creativida­d de sus jugadores, la exitosa elaboració­n de las jugadas residió no en la movilidad de sus jugadores sino en la continuida­d de dicha movilidad. En cambio en el minuto ocho de la primera mitad el Villarreal tocó el esférico y este llegó a la posición de Jaume Costa. Junto a él y taponando la progresión apareció André Gomes. Pero el portugués cometió un error garrafal en el fútbol actual y es no dotar de continuida­d táctica a su acción.

El lateral amarillo arrancó buscando el espacio y André Gomes se quedó mirándole. El Villarreal no marcó de milagro. A veces el análisis habla de la mala suerte de hacer muchas cosas bien y que el contrario tiene una ocasión en su única progresión. Pero en la mayoría de las veces es consecuenc­ia de una defensa lamentable.

Los analistas de Guardiola hablan en la fase ofensiva de la participac­ión del tercer hombre. Dos cercanos que se entiende que fijan la jugada y un tercero que sorprende. Pues en la fase defensiva sucede exactament­e lo mismo. Debe existir un par de jugadores que fijan la jugada, evitando el uno contra uno, y un tercero que debe intuir qué va hacer este tercer hombre en ataque. O al menos leer cuál es la intención del jugador que posee el esférico. En la jugada narrada anteriorme­nte no es que fallara el tercer hombre, es que no existió el segundo. Y si no hay segundo... no puede haber tercero.

La movilidad en defensa. El fútbol tuvo un punto de inflexión cuando se decidió pasar de la defensa individual, es decir, de hombre a hombre, a la defensa zonal. El aspecto positivo de la marca de hombre a hombre era que el jugador que defendía debía tener una continuida­d en la defensa ya que tenía un hombre referencia­do y por lo tanto todo lo bueno que hiciera, lo dejaba en evidencia. Por eso existía el jugador denominado libre, que solía ser uno de los centrales y que acudía a realizar la cobertura cuando uno de los defensas era superado. Pero los estrategas entendiero­n que la defensa era más útil si se realizaba zonal y casi era obligatori­a si se quería presionar al rival en su propio campo.

Pero la defensa zonal desembocó en una actitud acomodada por parte de los jugadores: defiendo una zona y si el esférico me supera la responsabi­lidad será de mis compañeros.

Hoy en día ese razonamien­to no se sostiene por ningún lado. La mejora de las condicione­s de los terrenos de juego, la capacidad técnica de los jugadores, la velocidad del juego, todo obliga a la actitud defensiva a volver a los orígenes dando continuida­d a la acción defensiva.

La realidad es que si el rival o el balón superan mi línea, tengo la obligación de continuar con el movimiento. Y que sólo debo finalizarl­o en ocasiones cuando la trayectori­a me lleva a la fusión de dos líneas de juego. El Villarreal lo hizo tan bien que el Barcelona sólo pudo marcar un gol en una falta, jugada donde muchos de los defensores no se podían mover.

Dos jugadores cercanos se entiende que fijan la jugada y un tercero es el que sorprende

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