A mitad del sueño
Cristina Gutiérrez quiere ser la primera española que acaba en coche
Cuando la alemana Jutta Kleinschmidt en el 2001 se convertía en la primera y única mujer que lograba ganar el Dakar en coches, la pequeña Cristina Gutiérrez apenas tenía 10 años y el desierto africano le quedaba muy lejos de su Burgos natal. “Por entonces yo corría en karting, no seguía el Dakar ni tenía ni idea... hasta que me pasé al todo terreno con 18”. Entonces su vida cambió. Participar algún día en el rally más duro del mundo empezó a ser su sueño. Lo hizo realidad el día 2 en Asunción. Ahora le queda el otro: ser la primera española que acaba el Dakar en coche. Ya está sólo a medio rally de lograrlo, a 4.782 km de la meta de Buenos Aires.
“Estoy preparada para afrontar todo lo que venga; de momento, vamos aguantando bien”, dice con firmeza la voz dulce de Cristina Gutiérrez (24/VII/1991), una menuda odontóloga de 25 años que compite en rally-raids TT desde hace siete años. Fue subcampeona de España en el 2015 y había sido campeona en categoría femenina desde el 2012. La tierra del estatal se le quedaba corta. Su cuerpo le pedía dunas, desiertos, Dakar... Se clasificó entre las tres primeras pilotos del mundo del Campus FIA Qatar. Allí conoció a Jutta Kleinschmidt, que hacía de instructora. “Ella me enseñó a trazar dunas, fue mi mentora”, cuenta la piloto a este diario desde La Paz, durante la jornada de descanso. La amistad con la germana le llevó a construir su segundo sueño: ser la primera española que finaliza el Dakar en coche. Desde la altura de Bolivia, Gutiérrez ya ve que es posible, “teniendo en cuenta todas las precauciones y salvando algún que otro problemilla”.
Como estar 16 horas conduciendo para acabar la 3.ª etapa, “un infierno”. Como haberse quedado sin embrague en la 5.ª jornada y recorrer 219 km en 7 horas y media “metiendo las marchas sin embragar, para no romperlo del todo”. Como pararse a auxiliar a su compañero de equipo del DKR Isidre Esteve, que se quedó encallado en una duna, y luego recibir una sanción de dos horas por saltarse un control de paso por tomar una variante. O como llegar el viernes, noche cerrada, al campamento de Oruro, inundado y ya recogido, “tras pasar por medio metro de agua por los pueblos”, y acabar durmiendo en un hostal.
Para ser su primer Dakar, considera que lo está “llevando bastante bien; físicamente es duro, pero me siento a tope, estoy animada porque los ánimos del público y de los rivales me ayudan a tener fuerzas cada día. Además, no he sufrido mal de altura...”. Su principal preocupación es que no le adelanten los camiones. Eso es sinónimo de “terreno destruido, de tener que circular por roderas de un metro; las ruedas del coche no tocan al suelo...”. Y lo que menos le preocupa es la posición que ocupe, ahora 55.ª de 63. “Mi idea es acabar: vamos a darlo todo para llegar a Buenos Aires”.
Lo mejor, de momento, es la solidaridad que se ha encontrado. Como la pareja argentina formada por Carlos Alberto Villegas y María del Huerto Mattar, que le echaron una mano en la etapa dantesca de Oruro. O la sintonía con la argentina Alicia Reina, la otra mujer al volante. “Estoy esperando descansar en La Paz para ver a Rosa Romero y Laia Sanz... ¡y para ir a comer a un restaurante!”, su pequeño lujo tras seis días de calvario.
LA ODISEA DE LA DEBUTANTE Tras salvar jornadas de 16 horas, roderas de un metro o lluvia a mares, la piloto ayer ansiaba un restaurante
DIGNA 55.ª CLASIFICADA DE 63 “La posición es lo que menos me importa, mi idea es acabar; voy a darlo todo para llegar a Buenos Aires”