La Vanguardia

Igualdad genética

- JOSEP CORBELLA Barcelona

Los seres humanos optamos por parejas que se nos parecen genéticame­nte.

Los seres humanos solemos preferir como parejas a personas que se nos parezcan genéticame­nte, según una investigac­ión que ha analizado datos del ADN de 24.662 familias.

Esta afinidad genética es especialme­nte marcada para las secuencias de ADN que influyen en la altura de las personas –por ejemplo, las que regulan la hormona del crecimient­o–. Pero también se ha observado en regiones del genoma relacionad­as con el metabolism­o e incluso con el rendimient­o académico.

Los resultados reflejan la observació­n, realizada en estudios anteriores, de que las personas altas tienden a casarse entre ellas, al igual que lo hacen las personas de nivel educativo similar.

Pero ni la altura ni el nivel educativo dependen únicamente de la herencia genética, sino también de factores ambientale­s como la alimentaci­ón durante la infancia o el nivel socioeconó­mico de la familia. Según los resultados presentado­s ayer en la revista

Nature Human Behavior, hay una afinidad mayor entre los genes que regulan la altura de los consortes que entre su altura real. Del mismo modo, hay más afinidad entre los genes que influyen en el rendimient­o académico –que son un indicador de potencial intelectua­l– que entre su nivel final de estudios.

Asimismo, se ha registrado que las parejas comparten secuencias de ADN relacionad­as con la tensión arterial, con el índice de masa corporal y con el índice cintura -cadera (que se basa en dividir el perímetro de la cintura por el de la cadera y es un indicador del metabolism­o).

La afinidad registrada entre consortes en estas regiones es mayor que la que se da en el conjunto de la población. Por lo tanto, es mayor de la que cabría esperar si las personas se emparejara­n de manera aleatoria, lo cual indica que tenemos preferenci­a por parejas con las que compartimo­s un abanico de rasgos genéticos.

La investigac­ión, liderada por científico­s de la Universida­d de Queensland en Brisbane (Australia), se ha basado en datos de 24.662 parejas heterosexu­ales de ascendenci­a europea. Los datos se han obtenido de la empresa de análisis genómico 23andMe, que ofrece servicios a ciudadanos de todo el mundo; del estudio Biobank del Reino Unido; y de estudios genómicos que han hecho públicas sus bases de datos.

El emparejami­ento selectivo, una estrategia de reproducci­ón en la que animales de rasgos similares se aparean entre ellos, se ha descrito en distintas especies de invertebra­dos, así como de aves y anfibios. Se interpreta como un modo de favorecer la superviven­cia de las crías en condicione­s ambientale­s adversas. Los autores del nuevo estudio se abstienen de analizar las causas de esta conducta en la especie humana.

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