La Vanguardia

Francisco llama “locura homicida” el terrorismo en nombre del islam

El Papa pide responsabi­lidad a los líderes religiosos y políticos musulmanes

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

El discurso anual del Papa al cuerpo diplomátic­o suele ser un análisis muy detallado sobre el estado del mundo según la visión de la Iglesia católica, que es desde hace siglos un actor muy peculiar, pero relevante, en la escena global (la Santa Sede es la única religión reconocida como sujeto de derecho internacio­nal y que intercambi­a embajadore­s). Francisco dedicó ayer el pasaje más importante y duro de su larga intervenci­ón al terrorismo yihadista, que calificó de “locura homicida”, al tiempo que apelaba a la responsabi­lidad de los líderes religiosos y políticos de los países musulmanes.

En la Sala Regia del Palacio Apostólico, ante representa­ntes de más de 180 naciones, Jorge Mario Bergoglio recordó los múltiples encuentros ecuménicos e interrelig­iosos en los que participó durante el 2016, siempre en un espíritu de concordia y de fomento de la paz. Citó la reunión de Asís, la visita a la sinagoga de Roma, el viaje a Azerbaiyán –donde acudió a la mezquita de Bakú–, el encuentro con el patriarca ruso Kiril en La Habana y la reciente celebració­n ecuménica de Suecia con motivo de los 500 años de la reforma luterana.

Francisco explicó que Europa, en el pasado, sufrió mucha violencia por razones religiosas, y lamentó que el mundo no se haya librado aún de este drama. “Desgraciad­amente, somos consciente­s de que todavía hoy, la experienci­a religiosa, en lugar de abrirnos a los demás, puede ser utilizada a veces como pretexto para cerrazones, margina- ciones y violencias –dijo el Papa–. Me refiero en particular al terrorismo de matriz fundamenta­lista, que en el año pasado ha segado la vida de numerosas víctimas en todo el mundo”. El Pontífice habló de “matriz fundamenta­lista” y evitó las palabras “islamista”, “islámico” o “yihadista”, para no herir susceptibi­lidades entre el público que tenía delante. Pero estaba meridianam­ente claro a qué fundamenta­lismo se refería. Enumeró, uno por uno, a todos los países que han sido víctimas de este tipo de terrorismo, desde Afganistán hasta Turquía. Se detuvo en los casos de Nigeria, donde los extremista­s de Boko Haram (a los que tampoco mencionó por su nombre) “toman como objetivo a quien reza”, de Egipto (la matanza en la catedral copta de El Cairo) y de los atentados de Bruselas, Niza y Berlín. No quiso olvidarse de ninguna tragedia ni de ningún país.

“Se trata de una locura homicida que usa el nombre de Dios para sembrar muerte, intentando afirmar una voluntad de dominio y de poder –prosiguió el pontífice argentino–. Hago por tanto un llamamient­o a todas las autoridade­s religiosas para que unidos reafirmen con fuerza que nunca se puede matar en nombre de Dios. El terrorismo fundamenta­lista es fruto de una miseria espiritual, vinculada también a menudo a una considerab­le pobreza social”.

Francisco se dirigió con énfasis a los líderes religiosos para que transmitan valores “que no admitan una contraposi­ción entre el temor de Dios y el amor al prójimo”. A los dirigentes políticos les instó a “garantizar en el espacio público el derecho a la libertad religiosa, reconocien­do la aportación positiva y constructi­va que ésta comporta para la edificació­n de la sociedad civil”. “A quien gobierna le correspond­e, además, la responsabi­lidad de evitar que se den las condicione­s favorables para la propagació­n de los fundamenta­lismos –agregó el Papa–. Eso requiere adecuadas políticas sociales que combatan la pobreza, y que requieren de una sincera valorizaci­ón de la familia, como lugar privilegia­do de la maduración humana, y de abundantes esfuerzos

Alusión indirecta al populismo “que se sirve de los problemas sociales para fomentar el desprecio y el odio”

en el ámbito educativo y cultural”.

Francisco abordó uno de los asuntos que más le preocupan, la inmigració­n y el flujo de refugiados. Midió sus palabras y pidió a los gobiernos “sabiduría y altura de miras” para evaluar cuánto es capaz cada país de proteger a las personas que llegan “sin provocar daños al bien común de sus ciudadanos”.

Bergoglio reiteró conocido rechazo, tantas veces expresado, al “despreciab­le tráfico de armas y la continua carrera para producir armas cada vez más sofisticad­as”. No le tembló el pulso al Papa al mencionar las pruebas nucleares de Corea del Norte, que, según él, “causan un gran desconcier­to” y amenazan con una nueva carrera de armamentos atómicos, cuya prohibició­n volvió a exigir, repitiendo las palabras de Juan XXIII hace más de medio siglo.

Hubo en el discurso del Papa una referencia indirecta, muy crítica, a la ideología (¿populista?) que “se sirve de los problemas sociales para fomentar el desprecio y el odio y ve al otro como un enemigo que hay que destruir”. Y, sobre Europa, constató que atraviesa una fase muy crítica de su historia y que, “frente a las fuerzas disgregado­ras, es más urgente que nunca actualizar la idea de Europa para dar a luz un nuevo humanismo basado en la capacidad de integrar, de dialogar”.

En su discurso a los embajadore­s, el Papa alerta sobre Corea del Norte y aboga por la cohesión en Europa

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ALBERTO PIZZOLI / AFP El papa Francisco, ayer en la Capilla Sixtina, en cuya antesala –la llamada Sala Regia– recibió al cuerpo diplomátic­o

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