La Vanguardia

El pistolero de Fort Lauderdale se enfrenta a la pena capital

- FRANCESC PEIRÓN

Ni le cambió la expresión del rostro. Así lo aseguraron los presentes en la sala cuando la juez le leyó ayer a Esteban Santiago, de 26 años y veterano de la guerra de Irak, la retahíla de cargos que lo ponen en línea directa a la pena capital.

El autor de la masacre del aeropuerto de Fort Lauderdale (Florida) el pasado viernes, que causó la muerte a cinco turistas que iban a embarcarse en cruceros, y que dejó seis heridos, ha confesado que partió la noche del jueves del aeropuerto de Anchorage, Alaska, donde residía, determinad­o a cometer su crimen.

Sólo compró billete de ida. No calculaba volver a su hogar.

La elección de Fort Lauderdale sigue siendo una incógnita, pese a que las fuentes policiales sostienen que Santiago colabora con las pesquisas.

Lo ha hecho desde el primer momento. Una vez que se le acabaron las balas, se tumbó en el suelo de la zona de recogida de equipajes de la terminal 2 y se entregó.

Había volado con un solo bulto, el que facturó legalmente, con su pistola y dos cargadores. Una vez recuperado el paquete, se fue al lavabo y recargó su arma de nueve milímetros. La filtración del vídeo de seguridad muestra la frialdad y el azar con que actuó.

Al iniciar su viaje parecía tener claro que no precisaba muda alguna, incluso si salía con vida. En su primera comparecen­cia judicial –y breve, escasos 15 minutos–, le equiparon con el uniforme penitencia­rio. El acusado vestía el mono rojo carcelario, con cadenas en la cintura, pies y manos. El edificio contó con una dotación de más de dos docenas de oficiales, bien pertrechad­os de fusiles, todos ellos con chalecos antibalas.

Por ahora tampoco se ha concretado su motivación. Los agentes del FBI no descartan una posible inspiració­n terrorista. Sin embargo, el acopio de pruebas tienden a quitarle relevancia a esta opción.

A diferencia de otros lobos solitarios, como Omar Mateen, que en junio del 2016 mató a 49 personas en el club Pulse de Orlando, los investigad­ores no han hallado nada por el momento en las redes sociales que sugiera su radicaliza­ción, según el Miami Herald.

Todo apunta a un problema mental, tal vez por el traumatism­o que le supuso el paso por Irak (2010 y 2011), aunque no entró en combate. El pasado agosto lo echaron de la Guardia Nacional de Alaska por acciones insatisfac­torias

En el tribunal habló poco. Se limitó a confirmar a la magistrada Alicia Valle que entendía los cargos. “Para que comprenda la gravedad, le informo que le puede correspond­er el máximo castigo”, le dijo la juez, que además le asignó un abogado de oficio. Santiago reconoció que en el banco tiene “de cinco a diez dólares”.

“Sólo tengo cinco o diez dólares”, dice Santiago para que le concedan un abogado de oficio

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AMY BETH BENNETT / AP Esteban Santiago, ayer

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