Barcelona, menos desigualdades
BARCELONA se ha hecho un retrato y sale favorecida: la tendencia a la desigualdad entre barrios y ciudadanos se ha frenado y hay datos de que la amenaza va a menos. Esta sería una de las conclusiones del Informe de la distribución
territorial de la renta familiar disponible per cápita del 2015, presentado ayer por el Ayuntamiento de Barcelona, con la salvaguarda de que ningún partido o autoridad puede arrogarse el mérito, bien porque en el año 2015 la alcaldía tuvo dos cabezas –Xavier Trias en el primer semestre y Ada Colau en el segundo–, bien porque la principal razón de esta corrección sea la reactivación económica y el consiguiente descenso del desempleo en Barcelona.
Los desequilibrios sociales y el empobrecimiento de las clases medias son dos fenómenos muy presentes a escala occidental este siglo XXI y explican, parcialmente, algunos comportamientos electorales, inquietantes y propios de unas capas sociales desengañadas. A escala municipal, hay ya demasiadas ciudades del primer mundo con barrios marginales, en cuyo futuro nadie confía y donde se concentra todo lo que otros barrios no desean: inseguridad, desempleo, drogas y estigmas. Desde el 2007, Barcelona registraba una tendencia preocupante –aunque sin llegar a la alarma–: la crisis estaba ampliando las desigualdades por barrios y perfilaba una fractura social ejemplarizada en la pérdida de ingresos de las clases medias barcelonesas, con especial alerta en aquellos barrios donde el turismo, tan beneficioso para la economía local, elevaba los precios. Los temores registrados hasta el 2014 han remitido: Barcelona ha salido de la espiral y lleva desde el 2015 cicatrizando heridas. Y sigue teniendo el colchón de las rentas medias, un segmento estabilizador al que pertenece uno de cada dos barceloneses (44,2%), según los datos del citado informe.
El gran factor de esta mejoría de las rentas ha sido la recuperación del empleo, el meollo del frenazo de las brechas sociales y geográficas de Barcelona. La renta media de las familias de la ciudad aumentó un 2,9% en el 2015. Y aunque se mantienen las disparidades –Sarrià-Sant Gervasi tiene unos índices que triplican los de Nou Barris–, el mapa registra un progreso generalizado, con especial incidencia en Ciutat Vella, bien por los ingresos de su actividad turística, bien por la llegada de residentes con buen nivel de vida que conviven –más que expulsan– con los residentes de toda la vida. La disminución del paro tiene buenas perspectivas en el 2017, la mejor y más natural forma de mantener la cohesión social que distingue a Barcelona.