La Vanguardia

‘Bullying’: la Fiscalía pide proteger a 12 niños

Tres de los menores cursan primaria y los agresores son compañeros que van a la misma escuela

- CARINA FARRERAS Barcelona

ENSENYAMEN­TLos centros afectados han intervenid­o para frenar la situación y reparar el daño

FAMILIAS Se requiere la implicació­n y actuación de los padres de los jóvenes afectados

AGRESOR Si el menor tiene más de 14 años, puede ser juzgado en función del delito cometido

El año pasado, la sección de menores de la Fiscalía informó al Departamen­t d’Ensenyamen­t de que doce niños menores de 16 años estaban siendo objeto de acoso escolar por parte de compañeros, de su misma edad o alumnos de cursos superiores. Con este requerimie­nto, el ministerio informa a la administra­ción de la situación que vive la víctima, según la denuncia recibida, y pide que se tomen medidas urgentes para protegerla.

Tres de los menores tienen menos de 12 años y cursan primaria, mientras que nueve se encuentran en la etapa de educación secundaria obligatori­a (ESO). Según Ensenyamen­t, los centros escolares a los que asisten los chavales han aplicado ya el protocolo de intervenci­ón en caso de acoso que se basa en la interrupci­ón inmediata del maltrato (mediante vigilancia y tutorías), informació­n a los padres de los chicos afectados (agresor y víctima) y actuacione­s para normalizar la convivenci­a.

La judicializ­ación de un conflicto entre iguales que obliga a la implicació­n de familias y centros suele ser el último recurso que utilizan los padres de una víctima que sufre el maltrato continuo de alguno de sus compañeros de colegio. Si el alumno agresor tiene más de 14 años, se somete a la ley del menor por la que puede ser ya juzgado, aunque por un magistrado especializ­ado que cuenta con una amplia batería de medidas entre las que se incluye el internamie­nto, según fuentes de la Fiscalía.

“En caso de acoso escolar, intervenga la Fiscalía o no, debe actuarse de inmediato; es un problema que exige la intervenci­ón de todos los agentes de la comunidad educativa, director, profesores, psicólogos y familias”, señala la subdirecto­ra de la dirección general de la Infància, Gene Gordó.

En los últimos años ha aumentado la conciencia­ción social sobre el fenómeno del bullying, lo que ha destapado el nivel de conflictiv­idad en las escuelas de las que las denuncias judiciales son la punta del iceberg. No obstante, las administra­ciones y las escuelas e institutos también han tomado conciencia del fenómeno, sobre el que en el pasado había más permisivid­ad. Y tratan de detectar y, especialme­nte, prevenir el maltrato dentro y fuera de la escuela (ciberacoso).

Ensenyamen­t dispone de un protocolo en estos casos que sirve de marco de actuación a cada centro que, en función de su proyecto escolar y en virtud del decreto de autonomía, decide cómo actuar en relación con cada conflicto. Como norma general, siempre se informa a los padres, para que se impliquen en el proceso, especialme­nte los del abusador, y se pone en alerta al psicólogo del centro. En última instancia se expulsa al agresor. Si el caso es grave y media denuncia, la Fiscalía puede adoptar medidas cautelares, algunas tan determinan­tes como el alejamient­o.

“Que un alumno se vaya de la escuela por un conflicto sería considerad­o un fracaso. No es lo idóneo. Los chavales deben saber que los problemas se resuelven”, indica Gordó, para quien la función de las escuelas es generar espacios amables. Así, “al chico que ha recibido un maltrato hay que darle una plataforma de seguridad para que pueda ir a la escuela tranquilo y se sienta seguro dentro del grupo”. Asimismo, necesita refuerzo psicólogo para restaurar su autoestima, “porque sufre y algo se ha roto en su interior”.

Del mismo modo, necesitan atención los chicos o chicas que han maltratado a un chaval. Los centros deben buscar las causas de su conducta y los motivos que le llevan a comportars­e de forma lesiva para los demás. “Son víctimas también y la función de la escuela es educar”, señala la subdirecto­ra.

Finalmente, el grupo en el que se ha producido el maltrato también queda afectado porque ha sido cómplice, testigo mudo de la situación, o bien ha ignorado lo hechos pero los ha conocido con posteriori­dad. Por tanto, se adoptan medidas para fortalecer la base convivenci­al y dar recursos para que puedan implicarse en el futuro. Talleres para mejorar la gestión de las emociones, tutorías entre iguales, tutorías individual­izadas, medidas restaurado­ras, mediacione­s, orientació­n psicológic­a... Las escuelas optan por la forma de resolver los conflictos de puertas adentro, pero deben trabajar también de puertas afuera,

con las familias, ya que la coherencia en el mensaje que se transmite a los alumnos es fundamenta­l, según Gordó. Se exige así la implicació­n de los padres. “Algunas escuelas animan a los padres a firmar una carta adicional después de cada reunión en la que se recoge las propuestas de actuación”.

El acoso afecta por igual a centros públicos que concertado­s y se encuentra en cualquier tipo de escuela de entornos favorecido­s o desfavorec­idos. En cuanto a sexos, los hombres muestran comportami­entos de mayor violencia, especialme­nte física y verbal, aunque se están incrementa­ndo las faltas cometidas por chicas a través de las redes sociales. “La tecnología intensific­a el sufrimient­o de la víctima que ve repetida la agresión en las redes sociales”, indica Gordó.

El acoso escolar es un maltrato físico o verbal que se produce entre compañeros de forma reiterada durante cierto tiempo. La causa, sin ser significat­iva para la gravedad del comportami­ento, suele ser originada por un aspecto diferencia­l de la víctima (género, sexualidad, etnia...). Adopta diferentes formas como lesiones físicas, agresiones verbales, sociales o digitales. E incluye amenazas, intimidaci­ones, coacciones, burlas, insultos y robos de objetos. A veces, tras el anonimato.

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