La Vanguardia

Ni rastro de criminalid­ad

Los forenses no pueden determinar la causa de la muerte de un hombre cuyo cuerpo fue hallado tras 32 años desapareci­do

- TONI MUÑOZ Barcelona

La posibilida­d de saber cómo murió Antonio Urquiza se desvanece. Sus restos fueron hallados el pasado mes de septiembre en una zona boscosa de Cervelló, 32 años después de su desaparici­ón. Las pruebas forenses sólo han podido determinar que, en efecto, los huesos encontrado­s se correspond­en con esta persona cuyo rastro se esfumó el 25 de octubre de 1984 pero por el momento no ha permitido deducir si fue asesinado, como sospecha su familia.

“Ahora mismo no existe ningún indicio que nos lleve a pensar que la muerte tiene un origen criminal”, aseguran los Mossos. Sin embargo, los restos no han sido devueltos a sus familiares para que sean enterrados. La policía catalana quiere apurar al máximo la posibilida­d de que el trabajo minucioso de los forenses permita arrojar algún indicio sobre el que iniciar una investigac­ión. Por ahora, parece difícil pero no imposible. Los huesos se encuentran tan dañados por el paso del tiempo a la intemperie que dificulta sumamente la capacidad de atinar con alguna pista.

Los restos fueron hallados el 25 de septiembre pasado por Agustí Roig, un hombre que ese domingo decidió perimetrar el terreno de su finca adentrándo­se por un camino empinado por el que nunca antes había pasado pese a llevar en esa casa toda su vida. Giró a la izquierda y encaró una pendiente hasta que se dio de bruces con un esqueleto que estaba a tan sólo cuatro metros de la carretera que rodea la finca. Eran huesos de un color blanco, de una intensidad distinta a la de los huesos animales con los que alguna vez se había topado. El hallazgo le estremeció. Estaba cuesta abajo, las piernas en lo alto de la pendiente y la cabeza más abajo apoyada contra una piedra, como si se hubiera precipitad­o desde la carretera. Era un esqueleto extendido de pies a cabeza en el que faltaban algunos huesos pero que contaba con otros vestigios que todavía se conservaba­n, parte de la camisa de cuadros que vestía el día que desapareci­ó, unas botas con cordones que le regaló su mujer y un maltrecho carnet de conducir en el que todavía se podía leer su nombre. Con todo ello, los investigad­ores tuvieron el camino allanado para encontrar a sus familiares y poder proceder a su identifica­ción por medio de una prueba de ADN.

La familia Urquiza no se lo podía creer. Después de 32 años en los que la incertidum­bre les carcomió por dentro por fin obtuvieron una respuesta sobre el paradero de Antonio. No estaba tan lejos. Sus restos apareciero­n en la montaña cercana a la que buscaron los días posteriore­s a su repentina desaparici­ón.

A pesar de que se pueda pensar que los familiares se sentirían aliviados al recibir la noticia de su hallazgo, la confirmaci­ón de la muerte de Antonio lejos estuvo de aplacar su angustia. Los familiares de desapareci­dos sin causa aparente siempre mantienen viva la esperanza, por remota que sea la posibilida­d, de que sus allegados algún día volverán por su propio pie.

En este caso, Antonio Urquiza murió el día que desapareci­ó y su cuerpo estuvo a pocos kilómetros de su casa de Sant Vicenç dels Horts, donde vivía junto a sus seis hijos. Sus restos mortales estuvieron ocultos entre la maleza que se alzaba a pocos metros de la carretera, en un ángulo muerto que impidió que nadie lo viera.

Los Mossos d’Esquadra tomaron muestras de saliva a dos de los hijos de Antonio y después de más de tres meses de cotejo los resultados llegaron tres días antes de Navidad. Los Mossos telefonear­on a los familiares para informarle­s que los restos hallados eran los de Antonio Urquiza. Era la prueba científica definitiva que confirmaba que era él.

Con ello, sin embargo, no se cierran todos los interrogan­tes. La familia sospecha que la muerte de Antonio está relacionad­a con el hecho que el día que desapareci­ó debía cobrar más de un millón de pesetas de indemnizac­ión por parte de su jefe, contra el que había ganado un pleito por carecer de seguro laboral trabajando como albañil. Siempre quisieron pensar que lo mataron y posteriorm­ente lo emparedaro­n en un muro de contención que estaba construyen­do en el momento en el que se le perdió el rastro. Aun así, la confirmaci­ón de que su cuerpo yació entre la maleza de una zona boscosa de Cervelló no les tranquiliz­a. El sentimient­o de la familia Urquiza se debate entre el querer pasar página, darle sepultura y velar sus restos, y seguir luchando para que la verdad salga a la luz y se haga justicia. De ello dependen los últimos intentos del minucioso trabajo de los forenses. Si finalmente los especialis­tas hallaran algún eventual indicio de criminalid­ad los Mossos procedería­n a investigar el caso pese a que el delito estuviera prescrito. Dicho de otra manera, la policía catalana buscaría al responsabl­e de la muerte de Urquiza pero no podría detenerlo ni pagaría por ello porque su responsabi­lidad penal está ya extinguida.

El informe con el resultado del ADN ha sido notificado al juzgado de instrucció­n 2 de Sant Feliu de Llobregat que deberá certificar la muerte civil de Antonio Urquiza.

IDENTIFICA­CIÓN FRUCTÍFERA El ADN confirma la identidad de los restos hallados el septiembre pasado en Cervelló

RESPONSABI­LIDAD EXTINGUIDA En caso de hallar algún indicio de homicidio, los Mossos investigar­ían, pero el delito estaría prescrito

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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Los hijos de Antonio Urquiza en la pendiente donde yació su padre durante más de tres décadas

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