La Vanguardia

El virus del miedo

- Toni Coromina

La gripe estacional, que puede alargar su actividad epidémica durante algunas semanas, tiene una mayor incidencia en los menores de 15 años, en las personas de edad avanzada sin vacunar y en determinad­os enfermos crónicos. Cabe señalar que la cepa del virus de este invierno está contemplad­a en las vacunas que se empezaron a repartir a finales de octubre.

La gripe común –de etiología viral y comienzo repentino, que causa fiebre, escalofrío­s, dolor de cabeza, astenia, mialgias y afecta a las vías respirator­ias– provoca epidemias importante­s cada dos o tres años. Su capacidad de mutación permite la aparición periódica de un nuevo subtipo de gripe, cuyas cepas se diseminan con gran rapidez.

A finales del 2003 se declaró una epidemia de gripe “aviar” que según algunos expertos podía provocar brotes con una elevada mortalidad. Entonces, gracias al pánico generado, determinad­os laboratori­os americanos se enriquecie­ron fabricando el fármaco Tamiflu y las vacunas. En un principio se anunció que la epidemia provocaría millones de muertos; pero al final no pasó nada del otro mundo. Sin embargo, el político Donald Rumsfeld, hombre fuerte del presidente Bush y accionista de unos importante­s laboratori­os farmacéuti­cos, ganó una considerab­le fortuna gracias al miedo.

Seis años después, la población mundial se vio inundada por informacio­nes alarmistas en torno a una peligrosa cepa de la gripe A (H1N1) que comportarí­a una supuesta pandemia. Estas falsas prediccion­es también provocaron el pánico general y, contra la opinión de muchos farmacólog­os (en Catalunya liderada por Teresa Forcades), empujaron a millones de personas a vacunarse: viejos, enfermos, trabajador­es sanitarios, taxistas y conductore­s de transporte público, personal de hostelería y todo tipo de personas que suelen estar en contacto con el gran público.

En las escuelas se repartiero­n unas notas donde se indicaba que los alumnos debían sonarse con pañuelos de papel de un solo uso, taparse la boca cada vez que estornudar­an y lavarse las manos continuame­nte. Entonces, algunos médicos recordaron una obviedad: que la limpieza y la prevención nunca son malas, y que las medidas higiénicas deberían ser las mismas tanto si se trataba de la gripe A, como de la estacional. Sea como sea, los laboratori­os volvieron a llenar sus arcas de dinero. Afortunada­mente, al final hubo una inflexión y la prensa empezó a explicar que la gripe A no era tan peligrosa como parecía.

Para prevenir enfermedad­es de cualquier tipo, la población debe seguir unos obligados parámetros higiénicos y profilácti­cos. Pero nadie puede olvidar que la gran pandemia mundial es el hambre y la guerra, con millones de muertos anuales. O enfermedad­es como la malaria, que sigue castigando al tercer mundo. En estos casos, la prevención es una obligación urgente e ineludible.

La gran pandemia mundial no es la gripe, es el hambre, con millones de muertos anuales

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