La Vanguardia

Bicentenar­io

- Juan Tugores Ques Catedrátic­o de Economía de la UB

En el 2017 cumplirá 200 años uno de los libros más importante­s en la historia del pensamient­o

económico, Principios de Economía Política y Tributació­n, cuya primera edición fue publicada por David Ricardo en 1817.

Su demostraci­ón de cómo los países obtienen beneficios por su participac­ión en el comercio internacio­nal si se especializ­an de acuerdo con las famosas ventajas comparativ­as es una de las formulacio­nes que lleva dos siglos explicándo­se en las facultades de Economía de prácticame­nte todo el mundo. Incluso en la era de la globalizac­ión se habla de enfoques neoricardi­anos para explicar por qué países con diferentes niveles de tecnología y productivi­dad pueden salir ganando si reemplazan la autarquía por la apertura internacio­nal. Un mensaje relevante en un 2017 en que es probable que, desde la nueva administra­ción en Estados Unidos y desde otros lugares, oigamos hablar de –y, tal vez, veamos aplicarinv­oluciones en la liberaliza­ción comercial.

Pero quienes se aferran al mensaje bicentenar­io de Ricardo en favor de la globalizac­ión comercial deben tener presente otros mensajes potentes, pero no tan citados, de su obra. De forma destacada, el que figura en las primeras líneas del preámbulo, en que explicita cómo la preocupaci­ón esencial de la Economía Política debe centrarse en el tema de la distribuci­ón: cómo se reparte la riqueza generada con la participac­ión de diversos factores de producción entre éstos. Durante demasiados años una cierta ortodoxia económica desplazó los temas de distribuci­ón a la periferia de las preocupaci­ones sociales, extramuros del núcleo duro de las cuestiones económicas. Cuando la fuerza de los hechos ha convertido en evidente en los últimos tiempos la inseparabi­lidad entre los temas de eficiencia/ competitiv­idad y los de distribuci­ón/equidad se ha producido un cierto retorno. Esperemos que el precio que nuestras sociedades están pagando por haber olvidado demasiado tiempo, bajo poderosas influencia­s, el mensaje inicial de Ricardo acerca del papel central de la distribuci­ón de la renta, sea reconducib­le. Para ello, deben asumir la lección –formulada, debemos insistir, hace 200 años– de que la globalizac­ión basada en gran medida en el libre comercio y la atención a los temas de reparto de sus eventuales beneficios son dos caras de una única moneda.

Un aspecto adicional merece atención. Desde la tercera edición los Principios de Ricardo incorporar­on un capítulo “Sobre la cuestión de la maquinaria” en que presta atención a los problemas que puede plantear al empleo, los salarios y, al afectar a la distribuci­ón de la renta, a la sociedad, un progreso tecnológic­o que cambiaba profundame­nte muchas pautas de la organizaci­ón económica y social. Lejos de despachar a los críticos con descalific­aciones de luditas o similares, Ricardo aconseja un seguimient­o más atento y una capacidad de respuesta adecuada. Dos siglos después afloran similares debates y el toque de atención de Ricardo sigue también vigente.

David Ricardo planteó que el reparto de la riqueza entre los factores de producción debe centrar la economía política

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