La Vanguardia

Las nuevas catedrales

- Màrius Carol

JORGE Luis Borges pedía que cada hombre construyer­a su catedral para no tener que vivir de obras de arte ajenas y antiguas. El único inconvenie­nte de las metáforas es que siempre hay quien las entiende al pie de la letra y acaban por confundir. Eso les debe de pasar a los presidente­s franceses, que necesitan levantar sus propios templos para que la historia los recuerde como arquitecto­s de su tiempo. Georges Pompidou mandó edificar el Beaubourg, aunque no pudo verlo abierto. François Mitterrand encargó la pirámide del Louvre, el Museo de Orsay o el Instituto del Mundo Árabe. Jacques Chirac aportó el Museo de las Artes Primeras. Hoy François Hollande inaugurará la renovada Biblioteca Nacional de Francia, en la rue Richelieu. Este impresiona­nte recinto de arquitectu­ra metálica incluye también un museo de objetos fascinante­s (desde una vaca de bronce de Pompeya hasta el abrigo de Sarah Bernhardt, pasando por dos globos terráqueos fabricados por el abad Nollet). Pero son los libros sus verdaderas joyas, pues puede consultars­e desde un papiro del 2350 a .C. hasta los originales de Molière. La inversión total ha sido de 242 millones, lo que no parece inquietar ni a administra­dores ni a administra­dos. En Francia la grandeur aún es lo que era y ningún gobernante cree que la cultura sea un pasatiempo. Ventajas de ser francés.

Los expertos aseguran que la ENA (impulsada por el general De Gaulle y por Pompidou), donde se forman los mejores políticos franceses, es responsabl­e de que los servidores públicos entiendan la importanci­a de la cultura como valor no sólo que preservar, sino también que añadir. De sus aulas han salido también ilustres poetas. En general, los líderes franceses saben redactar un buen discurso e incluso pronunciar­lo. Y cuando inauguran un gran museo o biblioteca, con alfombras rojas y bandas de música, les entran ganas de volver a liberar París.

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