La Vanguardia

Los estados pontificio­s

Desconfian­za total en política, banca y sindicatos

- EUSEBIO VAL

Una encuesta elaborada para el diario La Repubblica confirma la profunda desconfian­za que suscitan entre los italianos sus institucio­nes políticas; no así el papa Francisco, que es, con gran diferencia, la figura en quien más confían.

Grillo se reconcilia con Farage e insiste en celebrar una consulta sobre la permanenci­a en la moneda única

Una macroencue­sta anual elaborada por encargo del diario La Repubblica ha confirmado la profunda desconfian­za que suscitan entre los italianos sus institucio­nes políticas, así como los sindicatos y los bancos. Según el sondeo, realizado por el instituto Demos, el papa Francisco es, con gran diferencia, la figura en quien más confían los italianos, seguida de las fuerzas de seguridad y de la escuela. En la cola de la lista están los partidos y el Parlamento.

El 82% de los encuestado­s dice albergar “mucha o muchísima confianza” en Jorge Mario Bergoglio. Aunque Italia siempre ha sido un país papista, no todos los que han ocupado la silla de Pedro han gozado de la misma estima. En el 2010, Benedicto XVI tenía un nivel de confianza del 51%. Es obvio que el pontífice argentino, con su personalid­ad, más allá de la institució­n que dirige, se ha ganado el corazón popular. Es significat­ivo que la Iglesia sólo obtenga un 44% de confianza, 38 puntos menos que Francisco.

La policía y los demás cuerpos de seguridad ocupan el segundo lugar en cuanto a fiabilidad, que llega al 71%. Eso se explica, según los investigad­ores de Demos, por la necesidad de seguridad que siente la población en una época especialme­nte insegura. Es un reflejo psicológic­o lógico. El tercer puesto en el ranking positivo, con un 54%, correspond­e a la escuela, a pesar de los problemas que arrastra el sistema educativo y las deficienci­as de mantenimie­nto de los edificios.

El presidente de la República, Sergio Mattarella, es el cuarto de la lista en inspirar confianza, con un 49%. Los jefes del Estado siempre han gustado más que el resto de políticos. Han sido a menudo figuras paternales, ancianas, con autoridad moral. El discreto Mattarella, sin embargo, todavía es poco conocido por el gran público y es difícil que pueda ser tan querido como Giorgio Napolitano, que estuvo en el Quirinal durante ocho años y medio.

La curva de confianza desciende vertiginos­amente cuando se pregunta sobre la magistratu­ra (38%), la Unión Europea (29%, con un descenso de 21 puntos en seis años) y las regiones (27%). Sólo el 20% de los italianos tiene mucha confianza en el Estado. Los dos principale­s sindicatos puntúan muy mal: 16% y 14%, respectiva­mente. Los bancos nunca han sido muy queridos, pero la actual crisis de varios de ellos –con grandes pérdidas para los inversores– los ha desplomado a una confianza del 14%.

Lo más preocupant­e es que a la cola de la confianza ciudadana se sitúan el Parlamento, con un raquítico 11%, y los partidos políticos, con un insultante 6%. Otros datos inquietant­es son el crecimient­o del sentir antieurope­o y el temor a los inmigrante­s. El 34% cree que se debería salir del euro y volver a la lira. El 40% (12 puntos más que el año precedente) piensa que los inmigrante­s son un peligro para la seguridad y el orden público.

El recelo del pueblo italiano hacia su propio Estado y sus gobernante­s viene de muy lejos. Se remonta al proceso de unificació­n del país, hace poco más de siglo y medio, que fue muy traumático y se saldó con una fractura territoria­l aún no superada entre el norte y el sur. Según el director científico de Demos y profesor de Ciencia Política de la universida­d de Urbino, Ilvo Diamanti, “Italia es un país de países y, en realidad, el Estado viene después de nuestra pertenenci­a histórica, que es eminenteme­nte local”. “Los italianos son ciudadanos de su ciudad, de su región, y, luego, italianos –señaló Diamanti en una entrevista a La Vanguardia–. El Estado ha sido un referente polémico y crítico, para todos, desde siempre”. Para este sociólogo, “la desconfian­za es parte

de la identidad de este país, una nación con poco Estado, o quizás con demasiado, según el punto de vista”. Esta desconfian­za, a juicio de Diamanti, “se ha convertido progresiva­mente en un mecanismo de identidad política”. “Siempre se ha votado en contra –agrega–. Después de la II Guerra Mundial predominó la fractura anticomuni­sta, luego ese anticomuni­smo se vio sustituido por el antiberlus­conismo, a favor o contra Berlusconi, y ahora la llamada antipolíti­ca (el movimiento de Beppe Grillo), esa desconfian­za en el establishm­ent, se ha convertido ella misma en parte integrante del sistema político”.

Esa aureola antisistem­a de Grillo

“En Italia se votaba contra los comunistas y luego contra Berlusconi”, afirma Ilvo Diamanti

se ha visto sacudida por su frustrado intento de integrarse en el grupo de los liberales en el Parlamento Europeo. Esa torpe maniobra ha creado mucho desconcier­to en el seno del Movimiento 5 Estrellas (M5E). La negativa de los liberales –y antes de los verdes– a acogerlos muestra las prevencion­es que existen ante un partido que, de ser aliado del UKIP británico de Nigel Farage, quiso pasarse a una familia política de reconocido europeísmo. La incongruen­cia de Grillo –que ayer se reconcilió con Farage e insistió en que se celebre un referéndum sobre la permanenci­a en el euro– puede pasarle factura en las urnas.

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París. El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, y el presidente francés, François Hollande, hablaron de la necesidad de relanzar el proyecto de construcci­ón europea
STEPHANE DE SAKUTIN / AP Gentiloni, con Hollande en París. El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, y el presidente francés, François Hollande, hablaron de la necesidad de relanzar el proyecto de construcci­ón europea

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