La Vanguardia

Funeral de protesta

Los críticos con el Gobierno de Teherán aprovechan el entierro del expresiden­te Rafsanyani para mostrar su repulsa al oficialism­o

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL

Cientos de miles de iraníes despidiero­n ayer en las calles de Teherán al ayatolá Ali Akbar Hashemi Rafsanyani. Entre la multitud que desbordó los alrededore­s de la Universida­d de Teherán y la famosa avenida Enquelab, o Revolución, se mezclaban los fieles del régimen y sus críticos, que aprovechar­on la oportunida­d para pedir una vez más la libertad de los líderes de las protestas del 2009, Mir Husein Musavi y Mehdi Karrubi. Ambos son considerad­os cercanos a Rafsanyani, que murió el domingo en Teherán a los 82 años.

En el interior de la Universida­d, donde se ha llevado a cabo la oración de los viernes desde la victoria de la revolución en 1979, los principale­s representa­ntes de la República Islámica rezaban frente al féretro de una de las figuras claves en la historia del Irán de los últimos decenios. Es el único revolucion­ario que, desde ayer, acompaña al gran ayatolá Jomeini en el imponente mausoleo de oro al sur de Teherán.

Encabezand­o la oración se encontraba el líder supremo, Ali Jamenei, que a lo largo de su vida compartió muchísimos momentos con Rafsanyani, incluida la guerra de ocho años contra Irak, hasta que la historia los puso en bandos diferentes después de las manifestac­iones masivas del 2009, cuando millones de iraníes protestaro­n por el resultado de las elecciones de entonces. Fue en el mismo recinto de la Universida­d de Teherán donde el ayatolá Jamenei dio la espalda al movimiento de protesta, que Rafsanyani apoyaba. Desde entonces la historia de ambos tomó rumbos diferentes.

Mientras la imagen del líder se desplomaba frente a muchos iraníes que le criticaban por haberles dado la espalda, y se reforzaba frente a otros que lo señalaban como su gran protector, la figura del controvert­ido Rafsanyani tomó un nuevo significad­o para un sector importante de la población que históricam­ente lo había señalado como parte del aparato del régimen. Se le acusa de la represión de los primeros periodos de la revolución y de ser el responsabl­e del exilio de miles de iraníes.

Pero si bien Rafsanyani nunca dejó de ser parte del nezam (régimen), sí pasó a representa­r a ese sector que cree que la República Islámica tiene que transforma­rse para sobrevivir.

Rafsanyani también se convirtió en el defensor, sin mucho éxito, de aquellos que quedaron aislados después de que el régimen lograra reprimir las protestas. Esto incluye a Musavi y a Karrubi, aún en arresto domiciliar­io, o el expresiden­te Mohamed Jatami, a quien ayer se le prohibió la asistencia al funeral.

Los altavoces desde donde se gritaba Allahu Akbar (Dios es el más grande) trataban de acallar los cánticos de los que protestaba­n y la televisión pública tuvo que quitar el sonido ambiente para que no se colaran los lemas en su transmisió­n. Tampoco mostró panorámica­s de la concentrac­ión. “El mensaje es claro. Quieren hacer ver que, al final del día, Rafsanyani era uno de ellos y que apoyaba la revolución hasta el final”, aseguró un observador que pidió no dar su nombre.

Y es que la figura de Hashemi Rafsanyani es tan compleja que ayer en las calles se mezclaban personajes tan opuestos como el general de las fuerzas iraníes que combate en el extranjero, Qasem Suleimani, y Bahare Hedayat, una de las activistas políticas más famosas de Irán que hace poco quedó en libertad después de años en prisión.

La televisión pública omite el sonido y las tomas panorámica­s para no difundir los actos de la oposición

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AFP Porte del féretro del expresiden­te Rafsanyani, ayer, en una imagen difundida por fuentes oficiales

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