La Vanguardia

Una salida

- Antoni Puigverd

Durante los últimos cinco años, el pleito catalán sólo ha tenido dos actores: independen­tismo e inmovilism­o. Movimiento contra parálisis. Con los años, apaciguada la euforia, el independen­tismo empieza a descubrir límites. Elecciones y encuestas sostienen que es la corriente principal, pero que carece de fuerza para promover un cambio excepciona­l. Si no acaba de aceptar esta realidad, es porque esto equivaldrí­a a abrazar el pesimismo que domina en occidente. El independen­tismo abandera novedad y virginidad en una España y una Europa deprimidas y desnortada­s.

Pero el optimismo de los que propugnan la independen­cia está a punto de pasar la prueba del fuego de un referéndum que (si no es otra performanc­e) implicaría un enfrentami­ento con la legalidad. Esta prueba de fuego suscita una discusión entre los independen­tistas realistas (que quieren ralentizar el proceso con el objetivo de ampliar su base) y los idealistas (que proclaman la necesidad y la irreversib­ilidad de la ruptura unilateral). Después de que Puigdemont haya decidido no optar a la reelección, puede que los idealistas cuenten con su disposició­n a culminar el mandato con un gesto heroico o sacrificia­l.

El cambio más inesperado es la distensión retórica que han iniciado sectores principale­s del inmovilism­o, dirigidos por Sáenz de Santamaría. De momento, ella se limita a frecuentar su presencia en Catalunya para subrayar, como hizo ayer en Reus, la agenda catalana del Estado. Todavía no formula un diagnóstic­o sobre las causas de lo que está sucediendo en Catalunya, aunque, causándole a Aznar una alergia, ha asumido el error de las mesas petitorias contra el Estatut. Como se vio en el encuentro de ayer con Junqueras, Sáenz de Santamaría no puede aceptar el referéndum, porque eso sería percibido como una rendición; de la misma manera que Junqueras y compañía ahora serían tachados de botiflers si aceptaran negociar infraestru­cturas y dinero a cambio del referéndum. La partida puede terminar como se dijo al principio: en choque de trenes. Pero también podría ser superada por una Opa inteligent­e y sonora que uno de los dos sectores propusiera a una parte de los que apoyan el adversario. A veces parece que Sáenz de Santamaría se atreverá a ello; cosa que también se dice de Junqueras, una vez acceda a la presidenci­a, después de las elecciones.

Cuando estos dos protagonis­tas puedan entenderse, podrían recurrir, sin abandonar sus objetivos estratégic­os, a las propuestas que Herrero de Miñón (uno de los padres de la Constituci­ón) hace desde el Consejo de Estado. En una entrevista concedida a El Español, después de recordar que “el recurso que el PP planteó fue un disparate” y que “la sentencia del TC tampoco fue un acierto”, afirma que no hay que remover la Constituci­ón para arreglar el desaguisad­o, pues existe una salida más fácil: “Una disposició­n adicional de la Constituci­ón que reconocier­a la personalid­ad de Catalunya y las competenci­as inherentes a esa personalid­ad, como la adicional primera respecto al País Vasco, podría tener unos efectos igualmente positivos”.

Puede que los idealistas cuenten con la disposició­n de Puigdemont a culminar el mandato con un gesto heroico

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