¿Qué le pasa al PDECat?
La tendencia a dispararse tiros en el pie es propia del soberanismo. Hubo un tiempo en que era práctica recurrente en ERC, donde existía una voracidad saturniana por devorar a los propios y los errores estratégicos se acumulaban. Hoy, esa incapacidad de mostrar una estrategia definida, sumada al gusto por complicarse la vida, empieza a ser la característica del nuevo partido surgido de las cenizas de Convergència.
¿Qué le pasa al PDECat? Lo tiene todo para mostrarse como un gran atractivo político: se mueve en el espacio central ideológico, posee un importante poder municipal, es el partido del actual president y está presidido por el hombre que ha liderado el proceso histórico que estamos viviendo. Es decir, tiene a Mas y a Puigdemont, y suma a gentes de la categoría de Munté, Jané u otros, además de poseer alcaldes jóvenes con ímpetu y líderes de nueva hornada como Pascal o Bonvehí, que auguran mucho futuro. Incluso gentes de viejo recorrido gozan de gran reputación y la prueba es Trias, que está más valorado que la alcaldesa. Si los activos de liderazgo son muy importantes, en el terreno ideológico tiene un gran margen, porque hoy es un espacio semipoblado: el territorio central soberanista, alejado de la derecha reaccionaria y la izquierda dogmática, y cuyos márgenes sólo topan con ERC y Comuns. Y para acabar, es un partido recién formado, cuya vieja herencia no le impide entrar con agallas en el siglo XXI. Es decir, lo tiene todo de cara para consolidarse y crecer.
Y, sin embargo, no acaba de afinar. Pasó con el congreso fundacional, el lío del nombre y la pelea interna por el Consell Nacional, además de no conseguir imprimir carácter en el debate político. Pero todo inicio es difícil, y más en el caso del PDECat, al que todos quieren ver arrasado, de manera que había tiempo. Pero ¿ahora? ¿Qué hacen abriendo el inútil debate de la candidatura? ¿Era necesario? ¿Qué prisa tienen para abrir un melón tan desestabilizador? Y la pregunta vale para todos, para Puigdemont, que podría ahorrarse las prisas en decir que tiene prisa; para Mas, que podría ahorrarse la prisa de decirle a Puigdemont que tiene prisa; y para Munté, que tuvo un ataque de prisa, asegurando que Mas sería un gran candidato. Por supuesto que lo sería (o lo será), y por supuesto que Puigdemont debería quedarse si no se culmina el proceso, y por supuesto que hay muchos supuestos, pero el resumen es simple: frenen un poco este ataque de prisa que los tiene sobrecogidos.
Porque lo importante ahora es consolidar su partido, alimentar su espacio ideológico y conseguir gobernar en aguas turbulentas. Sin presupuestos aún, con la ofensiva estatal y el flanco judicial, ¿qué sentido tiene hablar de sucesiones y candidaturas? Sólo sirve para alimentar las tertulias, crear desconcierto en los votantes, angustia entre los militantes y cuchufleta entre los adversarios. Mal negocio.
¿Qué hacen abriendo el debate de la candidatura? ¿Qué prisa tienen por abrir un melón tan inestable?