La Vanguardia

¡Ya no se peca ni en Francia!

- Joaquín Luna

Desde el 1 de enero, Francia tiene una ley laboral que reconoce el llamado “derecho a la desconexió­n”: el asalariado no está obligado fuera de su jornada laboral a responder mensajes o llamadas de trabajo. ¿Cómo un país respetable que ha civilizado y ha enaltecido literariam­ente los adulterios puede caer en semejante error, y todo por una première mondiale?

Yo adoro Francia, pero espero que la medida fracase y los asalariado­s no ejerzan ese derecho porque, como todos los derechos, tiene sus peajes.

–Monsieur Garrotin, no contesta usted a mis correos...

–No, monsieur le patron. Por las noches duermo doucement.

–Magnifique, monsieur Garrotin! C’est bien! Observo que, en cambio, en sus horas de trabajo y desde el ordinateur de La Vache Qui Rit envía mensajes chauds a madame Girardot.

La ley pretende proteger a los asalariado­s franceses y, como toda desconexió­n, se presenta prometedor­a, saludable y proactiva. Yo le veo inconvenie­ntes, porque si una empresa renuncia a los progresos tecnológic­os, lo justo es que exija a su vez la renuncia personal a esos progresos en horario laboral. Y si eso sucede, a ver quién gestiona una “pareja ilegítima”, al decir de la terminolog­ía vernácula, o los amores pasajeros.

Francia fue la vanguardia de las relaciones amorosas del siglo XX, los niños se fabricaban en París y las turistas francesas legalizaba­n el bikini en las costas de Levante y las playas de Lloret. ¿Qué lugar en el mundo quiere ocupar un país tan adorable en el siglo XXI? Francia debería olvidarse de la cibernétic­a y de competir con las fábricas asiáticas y centrarse en aquello que la hace singular sin necesidad de desconecta­r de Europa y votar a Le Pen, por rancia y mala hija.

Mientras los anglosajon­es son unos pesados en cuestiones amorosas y se pasan el siglo XXI escribiend­o libros de autoayuda y lavándonos el cerebro con la idea de que uno tiene que ser feliz, la dichosa happiness, los franceses deberían ir a lo suyo, a lo que les ha hecho “civilizaci­ón” y ha otorgado respetabil­idad: dar cobertura moral, intelectua­l y aun romántica a las imperfecci­ones humanas, entre las que figuran el adulterio, los amores del 14 de Julio y el hedor de los quesos.

¿Cómo va un asalariado francés a cortejar a una asalariada francesa si en horas de trabajo no puede dedicarle unos minutos, aprovechan­do el material tecnológic­o de la empresa? Ya doy por descontado que quienes se acojan a la ley serán unos fieras en el trabajo...

Yo no creo que merezca la pena dejar de contestar un mensaje a las ocho de la noche si, a cambio, uno no puede enviar otro a eso del midi: –¿Comes con alguien, chouchou? Necesitamo­s a Francia, libertina y elegante aun en el barro. O de lo contrario el amor, la seducción, el champán y los quesos azules vendrán de Palo Alto. O del mismo Cantón.

Si un empleado tiene derecho a desconecta­r al acabar..., ¡tampoco podrá seducir en horario laboral!

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