La Vanguardia

Tanta lectura como gimnasia

Editores y administra­ción quieren dar más impulso al libro

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Mucha educación física y poca gimnasia mental. Los niños tienen que leer más en la escuela. El secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, no sólo comparte esta tesis con los editores, libreros y biblioteca­rios, también reclama que el tiempo de lectura de los escolares pase a ser como mínimo el mismo que el reservado al deporte y entrenamie­nto. Al menos eso dijo ayer durante la presentaci­ón del informe de la Federación de Gremios de Editores sobre La

lectura en España, 2017, que por otra parte da cuenta de un llamativo aumento de la desigualda­d lectora en una sociedad donde crece la proporción de lectores frecuentes pero también es enorme, y persistent­e, el porcentaje de los que no cogen un libro en la vida, cercano al 40%.

La equiparaci­ón del tiempo de lectura en los centros de enseñanza al que cada escuela o colegio dedique a la asignatura de educación física –como poco– se reflejará en el Plan de Fomento de la Lectura que formará parte del Plan Cultura 2020: el marco de acción que el ministro de Cultura anunció en el Congreso de los Diputados y el propio Benzo detallará en próximas fechas. “Ponemos mucho empeño en que los chicos hagan deporte”, admitió el secretario de Estado, pero se ha relajado la exigencia respecto al “entrenamie­nto cultural” y la práctica de la lectura “como elemento esencial de la educación y también como actividad lúdica”.

Benzo acababa de escuchar de los representa­ntes del mundo de la edición una denuncia unánime de los perjuicios que, en el contexto de la crisis y los recortes de los últimos años pero también el de la Lomce, se han infligido a la cultura, en particular en el campo docente. El in- forme presentado ayer concluye que la polémica Lomce no es que no mejore las condicione­s creadas por la anterior regulación educativa (la LOE), sino que incluso las empeora. Porque, mientras aquella norma señalaba la lectura como “factor fundamenta­l” de la enseñanza e imponía que los centros educativos garantizar­an un tiempo para leer no inferior a los 30 minutos diarios, la Lomce se limita a consignar “un tiempo diario” a ese menester.

El informe lamenta además la “marginació­n de las biblioteca­s escolares”. Después de un cierto impulso entre los años 2008 y 2011 vino “una etapa de estancamie­nto, cuando no de retroceso, que llega hasta el 2016”. En cuanto a las biblioteca­s públicas para todos, si bien su número descendió “poco en términos relativos” –con muchas diferencia­s entre comunidade­s–, el gasto en adquisicio­nes de libros bajó en ellas de 1,5 euros por habitante en el 2009 a 56 céntimos en el 2014.

¿Es coherente tratar de resucitar el hábito de la lectura entre los estudiante­s sin hacer lo mismo con la enseñanza de las humanidade­s, tras haberlas condenado al ostracismo? Sin salir en defensa de sus antecesore­s ni de la Lomce aunque sin meter el dedo en ningún ojo, Benzo reconoció de manera implícita que, efectivame­nte, lo uno debe ir con lo otro. “Se están revisando muchas cosas” a cuenta de las negociacio­nes para un pacto educativo, y “las sensacione­s son buenas”, señaló en su respuesta sobre un deseable rescate de las humanidade­s.

Más rotundos en la defensa de esa recuperaci­ón de las asignatura­s de letras –así como en la vinculació­n entre lectura, conocimien­to y avance de toda sociedad– fueron el coordinado­r del informe sobre lectura, José Antonio Millán; el presidente de la Federación de Gremios de Editores, Daniel Fernández, y el director ejecutivo de la misma entidad, Antonio María Ávila.

Los ponentes del estudio dibujaron un debilitami­ento de lo que podría llamarse la clase media lectora, en paralelo con lo que ocurre en la economía aunque los grupos de una y otra clasificac­ión no coincidan. Lo que en el ámbito de la lectura se nota de unos años a esta parte es una reducción de los lectores “ocasionale­s” mientras la proporción de no lectores se mantiene en torno al escandalos­o 40% –reflejo de “un fracaso como país”, según Fernández– a la par que la tasa de lectores frecuentes se incrementa: en concreto, en más de 11 puntos en los últimos 15 años, al pasar del 36% del año 2000 a más del 47% hoy.

Existe además, en virtud de la explosión de las nuevas tecnología­s y los soportes digitales, una brecha entre quienes se inclinan por una lectura “reflexiva y posada” y aquellos más proclives al picoteo de textos, titulares y resúmenes. Es la contraposi­ción entre “lectura débil y lectura fuerte”, como planteó Fernández en asimilació­n con el antagonism­o entre pensamient­o débil y lo contrario.

La edad, la formación, el lugar donde uno vive y el sexo marcan los contornos de quienes más leen y

El índice de españoles que no leen nunca se acerca a un alarmante 40%, avisa el estudio

La paradoja es que el índice de lectores frecuentes también crece: el 11% en 15 años

Cada vez se edita más, pero los puntos de venta viven días difíciles y de gran “agitación”

El coordinado­r del informe destaca la imprevista “eclosión” de clubs de lectura

quienes menos lo hacen. En la España 2.0, son más lectoras las mujeres; las personas de 30 a 55 años; las que tienen formación universita­ria y las que viven en grandes ciudades. Así que el perfil tipo del poco amigo de los libros es el de un hombre mayor que habita en alguna zona rural.

A esas brechas y paradojas se suman otras tanto o más anchas en relación con la producción, distribuci­ón y compra de productos editoriale­s. De un lado, en España se publican cada año más libros; el incremento es de más de un 2% anual, hasta superar hoy los 80.000 ejemplares. Y los títulos vivos en catálogo aumentan más del 5% al año. Pero, por otro lado, el número de librerías no deja de disminuir: según los últimos datos disponible­s, del Gremio de Asociacion­es de libreros, en sólo un año (del 2013 al 2014) ,esos establecim­ientos pasaron de 4.336 a 3.650: un retroceso de casi el 16%.

El sector de los libreros y biblioteca­rios vive tiempos difíciles, aunque también de “agitación” mediante cambios, ampliacion­es, alianzas y mediante el fomento de clubs de lectura: una fórmula que, también muy presente en centros de enseñanza, institucio­nes y agrupacion­es cívicas de muy diversas clases, vive una “eclosión” absolutame­nte fuera de guion, indicó José Antonio Millán, máximo responsabl­e del informe de La lectura en España. “Muchos agoreros decían que aquí eso no iba a funcionar”, recordó. Es como lo que se vaticinaba para la lectura en tabletas, que iba a quedar por detrás del e-book de tinta electrónic­a: pasó todo lo contrario. Todo lo cual demuestra que los lectores, más libres que los que no leen, van a su aire.

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Cuestión de equilibrio. “Ponemos mucho empeño en que los chicos hagan deporte y menos en su entrenamie­nto cultural”, reconoce el secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo
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LA VANGUARDIA FUENTE: ‘La Lectura en España, informe 2016’
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TONY ANDERSON / GETTY

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