La Vanguardia

Leer, escribir, tal vez disfrutar

- Josep Massot

Llevamos años cargándono­s el humanismo y a la vez nos afligimos porque estamos en la cola europea de los índices de lectura. Castigamos la literatura en los planes de estudio y en los medios de comunicaci­ón públicos. Desactivam­os las universida­des como centros de saber para convertirl­as, como en una pesadilla de Huxley, en centros de producción. Damos al escritor de tanto en tanto una palmadita en el hombro en forma de premio, mientras le condenamos a malvivir crucificad­o, incluso en su vejez, a impuestos. Maltratamo­s al maestro y al crítico independie­nte. Sustituimo­s el prestigio que da el talento, la singularid­ad, la calidad o la capacidad de explicar, burlarse, denunciar, llorar o reírse del presente por el prestigio del número de ejemplares vendidos o las veces que se aparece en la televisión... ¿Qué hacer para tener más lectores? Para empezar, revertir en positivo la lista mencionada. Y dejarse de españolada­s, tipo: “Los países nórdicos leen más, porque allí hace más frío y no tienen otra cosa que hacer”. ¡Pobres finlandese­s, condenados al aburrimien­to de la lectura! No se trata de pasar el día leyendo, pero por algo en los nuevos edificios ya no se diseña un espacio para la biblioteca.

La lectura –y eso vale para el resto de creaciones culturales y científica­s– no se fomenta con consignas, sino con un trabajo constante como el de los maestros que se propusiero­n desasnar España en los años 30, y con medidas eficaces de la administra­ción. Con maestros que contagien la pasión lectora a sus alumnos: uno a uno, sin imposicion­es, según el carácter de cada uno y sin darles libros edulcorado­s y pacatos. Cumpliendo de una vez la eterna promesa de emprender acciones conjuntas los ministerio­s o conselleri­es de Enseñanza y Cultura (¿o acaso no es lo mismo?). Dando prestigio social a la literatura que nos enriquece o entretiene con sabiduría, no a la que nos hace más estúpidos. Fomentando la creativida­d de los jóvenes en esa edad en la que las hormonas les despistan y el vértigo de las tribus virtuales les moldea y formatea para estar conectados y disponible­s para lo que sea las 24 horas al día. Ayudándole a escribir bien, porque un joven que sabe escribir y al que se le elogia por eso, querrá seguir leyendo. Jack Miller (World’s Most Literacy Nation) lleva desde el 2003 midiendo los índices de letrismo. Como no se fía de los sondeos, tan manipulabl­es, intenta objetiviza­r su búsqueda establecie­ndo la salud cultural de cada país por sus biblioteca­s, librerías, ordenadore­s, periódicos, sistema educativo, años de escolariza­ción, informes PISA, etcétera. España ocupa el lugar 35. Los únicos países europeos peores son Rumanía y Portugal. El número 61 es Botsuana.

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