La Vanguardia

El fútbol es un cachondeo

Los grandes clubs ven amenazado su estatus con decisiones como la del futuro Mundial o con la alarma por la falta de disciplina interna

- Albert Gimeno

Más difícil todavía. Como si se tratase de aquellos directores de pista de los antiguos circos, con leones y trapecista­s sin red, el mundo del fútbol afronta cada reto con el mítico reclamo del más difícil todavía. La última extravagan­cia la dio a conocer ayer la FIFA con su Mundial de 48 clubs. Infantino, el flamante presidente del máximo organismo futbolísti­co mundial, inició ayer el modo de compensar a todos aquellos países que apostaron por él en la elección de presidente a dicho organismo. Toda cita electoral contiene implícitos compromiso­s que habrá que cumplir pero, sin duda, la celeridad de Infantino ha sido centellean­te. Nada de modos florentino­s, ni preparacio­nes especiales para dar lustre pausadamen­te a algunas iniciativa­s que afectan a federacion­es amigas. Dicho y hecho. El Mundial tendrá la friolera de 48 seleccione­s y eso más que la cita de la élite futbolísti­ca mundial será un zoco árabe repleto de seleccione­s de dudosa capacidad para estar en una fase final.

Los grandes clubs europeos, y por ende las ligas más poderosas, sufrieron ayer un shock traumático. Ellos pagan a los mejores jugadores del mundo, sufren sus lesiones y padecen sus pájaras, y encima el grado de exposición en grandes citas ajenas a las ligas de postín crece. Habrá un momento que los clubs de mayor pedigrí, o sea, los que más gastan en las figuras, deberán plantarse y ejercer el viejo derecho de que quien paga manda.

De todos modos, no sólo la FIFA demuestra que los clubs cada vez mandan menos. Lo estamos viviendo recienteme­nte en el FC Barcelona. Existe un preocupant­e estilo de libertad de acción en cuestiones clave para el club que deberían controlars­e desde el puente de mando de la entidad y que no da la sensación de que sea así. ¿Cómo es posible que de un día para otro se decida que los jugadores no acudirán a la gala de la FIFA? Inaudito. ¿Cómo es posible que un jugador, Piqué, se convierta en azote de los árbitros y el club permanezca callado? ¿Por qué se permite que se atice a los colegiados, pese a los fallos recientes contra el Athletic y el Villarreal, si el club no lo hace? Vaya por delante que el club no debe abrir la boca contra los árbitros, quejarse suena a vinilo rayado, propio de un equipo menor, por mucha razón que haya en partidos aislados. Quizás Piqué debería enfocar mejor las críticas y comprobar que si estamos así es por la falta de puntería de algunos y por la vulgaridad de otros. Pero si alguien tiene que hablar y apretar las tuercas ese es la entidad, no un jugador. Lo más dramático es que se instale la sensación de que en esta casa cualquiera puede decir o hacer lo que quiera porque quien debe mandar no da un puñetazo encima de la mesa.

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