Pulseras que pagan la lucha contra el cáncer infantil
Las pulseras contra el cáncer infantil recaudan más de un millón de euros
Dentro de unas semanas, la peña lombarda del Barça organizará un concierto para arpa en el que venderá pulseras Candela con el objetivo de recaudar dinero para el hospital de Sant Joan de Déu. Su presidente, el doctor Antimo De Salve, se conmovió al oír la historia y la finalidad de la iniciativa: reforzar el centro de investigación pediátrico especializado en enfermedades raras como el cáncer infantil, que por su escasa afectación entra en esta categoría.
La primera pulsera de nudos se formó en los dedos infantiles de Candela gracias a las indicaciones de una joven y anónima voluntaria que le animó a entretenerse de su larga estancia en el centro entrelazando hilos de colores. Luego estaban sus pequeñas amigas, Daniela y Mariona, inquietas porque ante el cáncer no podían hacer nada más que confiar en las medicinas. ¿Sólo? “¡Nosotras venderemos tus pulseras y conseguiremos dinero para que investiguen tu enfermedad y te cures!”, dije-
Daniela y Mariona, amigas de Candela, tuvieron mucho éxito en sus primeras ventas en Benicarló
ron las crías. Ni cortas ni perezosas montaron pequeños tenderetes en Benicarló, su localidad natal, ante la sonrisa benevolente de sus padres. Colocaron una cartulina: “Pulseras Candela, para la obra social de Sant Joan de Déu. De 3 a 5 euros”. Se vendieron todas.
Candela tejió más pulseras. Y los niños ingresados en la planta octava –la de los chipirones, como se autodenominaron– se sumaron a la actividad. Y sus padres mataban las horas de visita tejiendo y comparando obras. Y los abuelos en sus casas. Y las escuelas de los niños enfermos organizaron talleres para sus alumnos. Y las residencias de gente mayor encontraron un nuevo motivo de ocupación. Las pulseras Candela empezaron a extenderse en tenderetes de las ciudades originarias de los pacientes. Se colocaron en comercios, asistieron a fiestas de fin de curso y se envolvieron como regalos de empresa. Una empresa de Mollet del Vallès, Carglass, las repartió en sus 200 centros. Lucían en las muñecas de enfermos, parientes, médicos y enfermeras, amigos, vecinos, colegas de trabajo y desconocidos. 274.000 unidades en total. “Hemos calculado el hilo gastado en estos tres años y es
La iniciativa se extendió a comercios y empresas, que vendían las pulseras hechas por niños y ancianos
equivalente a la distancia entre Barcelona y Madrid”, dijo ayer Gloria García, coordinadora de la oficina de aportación de fondos para el hospital infantil.
El cuento de la lechera que se contaron aquellas niñas de nueve años –hoy doce– funcionó en el país de la solidaridad. ¿Niños y cáncer? ¿Quién no iba a sentir el impulso de involucrarse con un objeto que, además, tiene el poder de evocar el recuerdo de algún ser querido que batalló contra la enfermedad?
Las candelas han recaudado más de un millón de euros que ha permitido al hospital doblar la estructura del departamento de investigación de cáncer infantil, centro de referencia nacional y, en ciertos tumores, internacional. Doce jóvenes talentos (matemáti-
cos, bioquímicos y otras titulaciones) se han sumado al equipo de investigadores. Ya son 27 profesionales trabajando para mejorar la precisión en el diagnóstico y en el pronóstico de los pequeños pacientes. Y encontrar el tratamiento más adecuado a cada uno de ellos. Sant Joan de Déu dispone de un laboratorio dedicado exclusivamente al estudio del cáncer infantil y es uno de los pocos centros europeos que cuenta con un banco de tumores pediátricos exclusivo de gran potencial para la investigación. El centro recibe casi 300 nuevos pacientes cada año. El aumento de casos engrosa la masa crítica y favorece la investigación. “Las enfermedades de niños, que afectan a una población pequeña, nunca serán de interés para los laboratorios farmacéuticos ni su investigación recibirá dinero público que se destina a combatir enfermedades que afectan a poblaciones mayores”, indicó el director del laboratorio, Jaume Mora. “Las donaciones que recibimos –añade– son la única manera de ir avanzando”. El año pasado se publicaron 40 artículos científicos y “tenemos proyectos de gran alcance para dentro de cuatro o cinco años”. Ahora vienen al hospital barcelonés pacientes extranjeros como rusos y ucranianos, buscando el conocimiento y la calidad asistencial.
“Ocho de cada diez pacientes salen adelante –explica Mora– pero lamentablemente, perdemos a dos por culpa de la enfermedad”. Efectivamente, ayer, en el acto de presentación, hubo un recuerdo por aquellos chipiro
nes que se marcharon dejando algunas pulseras como estelas. “Los familiares siguen involucrados en esta iniciativa”, subraya David, padre del expaciente Aleix que se siente admirado por la ola de entusiasmo despertada con esta experiencia: “Es impresionante cómo se han volcado las abuelas de este país”. Como Paquita, la “cortadora de hilos”, o Encarna, que hubo de superar su falta de memoria y ahora es una perfeccionista. Ayer estuvieron también presentes en la rueda de prensa. Mireia, madre de Candela, anunció que se han dado los primeros pasos para organizarse como asociación buscando la máxima legalidad y transparencia. “Toda la recaudación va al centro de investigación y no a paliar la enfermedad de un niño en particular”, dijo sin aludir al caso Nadia.
Candela recibió el nombre de boca de su padre, de origen andaluz, que se lo puso ya antes de nacer. Significa vela o lumbre. Ahora tiene quince años y va al colegio cada día como miles de niños de su edad. La enfermedad quedó en el pasado pero su nombre sigue iluminando una esperanza. “Estoy un poco nerviosa –dijo ayer– porque aunque estoy aquí esto no lo he hecho yo sola, sino mucha gente”. Y admitió: “Me siento muy feliz porque va a ayudar a muchos niños”.