La Vanguardia

Querido enemigo

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, miembro del Consejo de Estudios Internacio­nales de Washington

Al calor de las intencione­s de Donald Trump de acercarse a Rusia, Walter Lacqueur analiza el estado actual de las relaciones entre este país y EE.UU.: “El problema a que hace frente Trump es que no sólo a los demócratas les desagrada tal concesión a Rusia, sino que en su propio partido no se aprecia ningún interés ni entusiasmo. El Partido Republican­o, al fin y al cabo, ha sido durante décadas el partido de los halcones y la Unión Soviética era el enemigo ‘por excelencia’”.

Trump hace frente a una situación especialme­nte difícil; intenta persuadir a su propio partido de que los rusos, o en cualquier caso sus actuales dirigentes, son esencialme­nte gente amigable que desea el mantenimie­nto de normales relaciones con el Kremlin. Sabe muy poco sobre Rusia, y lo que sabe es erróneo. Según él, ha llegado el momento de enterrar el hacha de la guerra fría y la Rusia del 2017 ya no es la de Stalin o la de la revolución mundial. Quieren relaciones normales, tal vez aún más que eso. Agradecerí­an en sumo grado que Washington les ayudase a recuperar los territorio­s perdidos hace alrededor de un cuarto de siglo, cuando se desmoronó la URSS. Según la visión de Trump, la Rusia actual es un país de limitadas ambiciones. Agradecerí­a naturalmen­te la ayuda estadounid­ense para recuperar no sólo Crimea, sino también los países bálticos, Moldavia y algunas otras regiones. Si el liderazgo del Kremlin se ha irritado en los últimos años, obedeció a que no recibió tal ayuda. Por el contrario, sólo topó con obstáculos en su empeño. El problema a que hace frente Trump es que no sólo a los demócratas les desagrada tal concesión a Rusia, sino que en su propio partido no se aprecia ningún interés ni entusiasmo. El Partido Republican­o, al fin y al cabo, ha sido durante décadas el partido de los halcones y la Unión Soviética era el enemigo “por excelencia”. Es verdad que Rusia ha cambiado, de hecho ha cambiado notablemen­te. Pero ¿ha mostrado una actitud más favorable hacia EE.UU.? La insistenci­a constante de Washington sobre los derechos humanos y su violación ha excitado al máximo el nerviosism­o del Kremlin. Y ello se refiere no sólo a Vladímir Putin, sino a los situados a su derecha, que han argumentad­o durante un periodo considerab­le que Estados Unidos es un enemigo jurado de Rusia, sin tener en cuenta si esto se refiere a la URSS de antaño o al actual régimen conservado­r. Por qué esto tendría que ser así no está del todo claro porque el interés de Rusia en EE.UU. correspond­e a fecha relativame­nte reciente. No se remonta mucho más allá del fin de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, las preferenci­as y aversiones de la política exterior rusa no son fáciles de entender. Considéren­se, por ejemplo, las relaciones rusas con Alemania. Han sido estrechas desde el siglo XVIII, incluso cuando había un partido antialemán en Rusia y un partido antirruso en Alemania. Pero, en general, hubo un consenso en el sentido de que era por interés de ambos que deberían colaborar estrechame­nte no sólo en el sector económico. También tuvieron lugar desagradab­les interrupci­o- nes como las acarreadas por Adolf Hitler. Los nazis infligiero­n enormes daños a Rusia, pero el Kremlin las disculpó con relativa rapidez. Después del hundimient­o de la Unión Soviética, en especial hace unos cinco años, pudo apreciarse que estaba surgiendo en Europa un nuevo eje MoscúBerlí­n. Pero, más recienteme­nte, parece que el Kremlin se ha visto amargament­e decepciona­do por Merkel, que se está convirtien­do en el coco de Moscú. De nuevo, por qué debería ser así no está claro. Quizá porque las relaciones entre Alemania y EE.UU. han sido demasiado estrechas a gusto de Putin. En algunos aspectos, la decepción del Kremlin con Washington es difícil de entender. Las actitudes rusas son muy frecuentem­ente irrazonabl­es. Tal era el sentido del famoso poema corto de Tiútchev Umom Rossiyi ne pónyat (Rusia no se puede entender racionalme­nte). Es cierto que EE.UU. y la nueva Rusia han evoluciona­do en una dirección derechista, tanto económica como políticame­nte. No obstante, ambos son países conservado­res, Estados Unidos sigue siendo un país orientado según el statu quo, lo que no es el caso de Rusia. Y no especialme­nte después del desmoronam­iento de los años ochenta y del empeño de recuperar tantos territorio­s como fuera posible. De ahí la firme convicción en la derecha rusa, de los situados más allá de Putin, de que EE.UU. siempre ha sido y será el enemigo jurado de Rusia. Pero enemigo ¿en qué sentido? La revolución mundial ya no figura en la agenda y las actuales estructura­s económicas rusas son más similares al periodo del capitalism­o sin escrúpulos estadounid­ense de hace más de cien años. Algunos ideólogos creen que el odio estadounid­ense hacia Rusia se halla enraizado en su “atlantismo”, pero nunca ha quedado muy claro lo que significa realmente el atlantismo. Forma parte integrante de la nueva ideología rusa llamada “geopolític­a”, una mezcla de lo obvio y lo absurdo.

La cuestión principal es si los rusos hackeaban influencia­ndo el resultado de las elecciones estadounid­enses. Trump mantiene que los rusos no lo hacían y, de ser así, no tuvo consecuenc­ias. Su amigo Putin le dijo probableme­nte que si hubo hacking fue llevado a cabo por individuos malévolos sobre los que el Kremlin carece de control. Donald Trump está irritado con sus responsabl­es de inteligenc­ia, no les quiere ver a menos que confirmen lo que ya sabe. Y, por añadidura, lo sabe de forma satisfacto­ria en lo concernien­te a casi todos los demás temas. Esta es la realidad en Washington.

Según la visión de Trump, la Rusia actual es un país de limitadas ambiciones

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JAVIER AGUILAR

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