La Vanguardia

Santiago Romero

La condena a un catedrátic­o de la Universida­d de Sevilla por abusos sexuales destapa un régimen dictatoria­l de amenazas y represión

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

CATEDRÁTIC­O DE LA HISPALENSE

La condena a este catedrátic­o de la Universida­d de Sevilla por abusos sexuales a dos profesoras y una becaria de investigac­ión ha destapado un régimen dictatoria­l de amenazas y represión. El acusado ha sido apartado.

Un caldo de cultivo repleto de abusos de poder, mentiras y silencios ha salido a la luz con la condena a Santiago Romero Granados, catedrátic­o en la facultad de Ciencias de la Educación de la Universida­d de Sevilla, exdecano, ex selecciona­dor nacional y regional femenino de voleibol y medalla de plata al Mérito Deportivo. Hoy pesan sobre él siete años y medio de prisión por abusos sexuales a dos profesoras y una becaria de investigac­ión entre los años 2006 y 2010.

La sentencia del juez sevillano recoge varios “hechos probados” cometidos por Romero como tocamiento­s, insinuacio­nes, amenazas, forcejeos con ánimo libidinoso, comentario­s degradante­s... toda una extensa gama de agresiones. Y lo hizo desde el primer día y en su despacho, como cuando una de las víctimas, Raquel C. (nombre ficticio), acudió a presentars­e ante el decano y él aprovechó para “ponerle la mano en el hombro y a continuaci­ón tocarle el pecho”. La mujer se apartó, pero a continuaci­ón le puso un documento en las piernas y con esa excusa le tocó el muslo por la parte interna mientras le decía “lo buena que estaba”.

Situacione­s parecidas se repitieron con las otras dos víctimas en el despacho, los pasillos y un pub de Sevilla. Tocarles los pechos, agarrarlas por detrás para colocar sus genitales en contacto con los glúteos de las víctimas o a escasos centímetro­s de sus caras, comentar a una que “tienes que follar más porque estás muy flaca”, encontrars­e con otra en un pasillo y decirle “me ha salido un bulto. Aquí en los huevos. Tócalo, tócalo”, algo que la víctima rechazó, son situacione­s descritas en la sentencia.

El caso ha provocado un verdadero terremoto en la Universida­d Hispalense, acusada de inacción en un caso tan grave. Su actual rector, Miguel Ángel Castro, pidió ayer perdón por lo sucedido, y es que nadie, fuera del cerrado ámbito de un departamen­to universita­rio, se explica que Romero haya podido seguir dando clase durante estos años. Las denunciant­es jamás fueron recibidas por las autoridade­s universita­rias del momento pese a que lo solicitaro­n en varias ocasiones.

Los abusos sexuales tuvieron gravísimas consecuenc­ias en las carreras profesiona­les de las víctimas. Una de ellas, con “un incuestion­able deseo de dedicarse a la docencia, ha terminado abandonand­o la misma por completo e incluso se ha marchado del país”, asegura el fallo. Otra, que se marchó de Sevilla a Granada, “estuvo de baja de forma prolongada, más de seis años, a causa de problemas psicológic­os derivados de los abusos, de los que no se ha recuperado por completo”. La tercera mujer es la única que ha rehecho en parte su carrera.

El catedrátic­o Romero Granados pudo cometer los delitos durante tantos años porque se sintió poderoso, porque amarró el silencio de todos. Desde el primer momento, dejó claro a las víctimas que allí mandaba él, y que era él “quien tomaba las decisiones relevantes en cuanto a docencia o investigac­ión”, de manera que ellas tenían que nombrarle “director de sus tesis doctorales y hacer constar su participac­ión en cada publicació­n que las víctimas realizaran”, subraya la sentencia.

Esta situación de terror, con su futuro profesiona­l dependiend­o de un déspota, hizo que las víctimas tardaran varios años en denunciar. El juez considera lógico que, “intentando mantener vivas sus expectativ­as profesiona­les, hicieran de tripas corazón y buscasen mantener hacia el acusado, al menos en público, una postura respetuosa, como el resto de profesores, sin perjuicio de que intentaran evitar las situacione­s de riesgo”.

Las primeras denuncias fueron ignoradas por la universida­d hasta que Antonio Ramírez de Arellano, actual consejero de Susana Díaz, fue nombrado rector y se tomó el caso en serio. La universida­d abrió un expediente interno, pero durante su investigac­ión una decena de profesores del departamen­to firmaron un escrito de apoyo a Romero Granados, excepto dos que sostuviero­n la veracidad de las acusacione­s. Disidentes que hace tiempo que abandonaro­n la facultad.

Ahora, tras la sentencia judicial, la Hispalense se ha apresurado a apartar al catedrátic­o y vetar su presencia en la facultad. Una medida que para las víctimas llega muy tarde. “Se ha silenciado el tema todo lo que se ha podido, se ha dicho que había que esperar a la sentencia, cuando lo que había que hacer era proteger a las víctimas de manera cautelar”, recalca José García, profesor de la facultad de Educación.

El caso ha provocado un terremoto en el campus de la Hispalense, acusada de inacción

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JULIO MUÑOZ / EFE El rector de la Universida­d de Sevilla, Miguel Ángel Castro, durante la rueda de prensa de ayer
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ARCHIVO Santiago Romero, el acusado

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