La Vanguardia

Tiburones en el punto de mira

Polémica en Australia por unas redes para frenar los ataques de escualos en Byron Bay

- MARTA TERRASA

Cuál sería nuestra relación con el mar si nunca se hubiera estrenado la película Tiburón? Quizás este miedo irracional (talasofobi­a) que nos da a la mayoría cuando entramos en el agua sería menor. Da igual que cada año mueran más personas a causa de mordeduras de perros, de picaduras de mosquitos o de accidentes haciéndose selfies: los tiburones siempre ocuparán el primer lugar en la escala del pánico. En los últimos meses, aventurars­e dentro del agua en Australia sí se ha convertido en un deporte de riesgo. Aunque las probabilid­ades de sufrir un ataque son mínimas –es más probable que te toque la lotería–, la franja costera de veinte kilómetros de Byron Bay (norte de Nueva Gales del Sur, en el este de Australia) cuenta con el aterrador número de dos muertos y 11 heridos por ataques en tan sólo dos años. Incidentes que han afectado al turismo y el comercio local con una caída estimada del 20%. Byron, una de las playas más populares del país, con una fuerte cultura del surf y de aires neohippies, se ha visto dividida en los últimos meses entre partidario­s y contrarios de instalar redes antitiburo­nes.

¿Qué son estas controvert­idas redes? Similares a las de los pescadores, se anclan en el fondo marino, a unos 12 metros de profundida­d. Una de las razones de quienes se oponen a ellas es el número de especies que se quedan atrapadas. Se calcula que mueren una media de 275 animales al año entre tiburones, delfines y tortugas. Es una tecnología ahora obsoleta que se instaló en las playas de Sydney por primera vez en los años treinta. Desde entonces, sólo ha habido en la capital un ataque fatal: el de la actriz Marcia Hathaway en 1963, que sacudió el país.

El condado de Byron siempre se había mostrado firme contra las medidas hasta que en noviembre dos ataques más se sucedieron en una semana. La presión pública –con las vacaciones de verano a punto de empezar– ha sido tal que, en cuestión de horas, han cambiado de opinión. Playas como Lennox Head o Ballina, pero no la popular Byron, contarán con redes antitiburo­nes durante un periodo de prueba de seis meses. El Gobierno de Nueva Gales del Sur ha destinado 16 millones de dólares a la instalació­n de redes y otros sistemas como las smart

drum lines: boyas con grandes anzuelos con cebo que avisan cuando cazan una presa. También se desarrolla­n programas de identifica­ción a través de drones y boyas que detectan la presencia de tiburones previament­e etiquetado­s, que al mismo tiempo envían tuits con su posición. Apps como Shark Smart y Dorsal Shark Reports informan de las playas con avistamien­tos de tiburones en tiempo real, aunque algunos se cuestionan si eso no hace más que incrementa­r el miedo.

Lo más preocupant­e es la falta de respuestas a por qué aumentan los ataques de tiburones. ¿Y por qué la mayoría tienen lugar en una franja costera de 20 kilómetros y pico? Algunos dicen que se debe al aumento de tiburones desde que se los ha protegido, otros lo atribuyen al cambio climático en el rastro migratorio de las ballenas –teoría que justo esta semana ha probado que era falsa un estudio australian­o–, o el aumento de la población que va a la playa. Conocer la causa parece la única manera de poder solucionar el problema a largo plazo.

Voces como la de Bethany Hamilton, la campeona de surf que perdió un brazo a causa de un ataque, preconizan otra solución que no sean las redes. Neil Cameron, presidente del club de surf de Byron, considera que si no se hace nada es cuestión de tiempo que haya otro ataque mortal.

En un país donde el ocio está fuertement­e ligado a la playa y la cultura del mar se asimila desde pequeños, parece imposible tener miedo. Y ciertament­e, los australian­os parecen estar hechos de otra pasta; sólo hay que recordar las imágenes del surfista Mick Fanning siendo atacado por un tiburón en plena competició­n. Aun así, este verano el aire está enrarecido en Byron Bay y los tiburones son un tema controvert­ido que se evita en las reuniones con amigos y familiares. Los amantes del mar se encuentran divididos entre poder disfrutar con cierta seguridad y los que quieren evitar el intrusismo humano en el ecosistema marino.

Los ecologista­s se quejan de que las redes atrapan y matan tiburones, delfines y tortugas

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cultura del surf
FAIRFAX MEDIA / GETTY Paraíso del surf. Byron, en Nueva Gales del Sur, es una de las playas más populares de Australia, con una gran cultura del surf
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