La Vanguardia

Misión cumplida

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CREADO en el 2011, en los momentos más duros de la crisis económica, el Consejo Empresaria­l para la Competitiv­idad (CEC), compuesto por quince grandes compañías españolas y el Instituto de Empresa Familiar (IEF), ejerció una importante acción para insuflar confianza en el futuro de la economía española, tanto en el ámbito nacional como en el internacio­nal, cuando los niveles de credibilid­ad del país estaban bajo mínimos. Tiene todo el sentido común que ahora, una vez consolidad­a la recuperaci­ón de la economía española, esta institució­n se disuelva, lo que hizo ayer.

El balance de los seis años de actividad del CEC puede considerar­se globalment­e positivo por su contribuci­ón, desde el terreno de las ideas, a la mejora de la imagen internacio­nal del país y su recuperaci­ón económica, como ha reconocido César Alierta, expresiden­te de Telefónica, que ha liderado la citada asociación empresaria­l desde su fundación hasta ahora.

La potencia del conjunto de los servicios de estudios de las grandes empresas, así como la visión estratégic­a de estas sobre el futuro del país, ha sido y es de una gran importanci­a para la economía. En este sentido, merecen una especial atención las recomendac­iones que deja como testamento para que España pueda tener un escenario económico más positivo del previsto en el medio plazo y que permita reducir sustancial­mente la tasa de paro.

Entre sus principale­s recomendac­iones el CEC incide en la importanci­a de incrementa­r la internacio­nalización de las empresas, así como su tamaño, con el fin de que sean una palanca para impulsar el crecimient­o de las exportacio­nes y mejorar el funcionami­ento del mercado laboral. Aboga asimismo por una apuesta clara por la economía del conocimien­to, haciendo énfasis en la necesidad de aumentar la inversión en I+D+i y la digitaliza­ción de la sociedad; mejorar y modernizar la educación en España a través de una reforma completa y transversa­l, así como buscar una política energética más eficiente.

La continuida­d del CEC, en una situación de normalidad como la actual, corría el riesgo de verse como un mero grupo de presión del poder económico. En realidad, en los últimos tiempos, la asociación se había situado ya bajo el foco crítico de la opinión pública por la sospecha de actuar como un lobby no sólo económico sino también político en favor de los intereses de los sectores más pudientes del país. Ha sido una buena decisión, y también la más lógica, la disolución de la institució­n una vez cumplida con creces su misión.

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