La triste deriva de las élites
Jonathan Coe construye en “El número 11” una sátira sobre el desencanto político
Coe en estado puro. Ese es el que se nos ofrece en El número 11. Fábulas que ilustran la locura (Anagrama), la última novela de este autor nacido en Birmingham en 1961 que tantas veces ha arrancado sonrisas del lector amante de la astucia y el ingenio.
“No sé escribir sin humor, soy un adicto. Pero hoy por hoy es difícil reírse de la política sin caer en el cinismo más amargo. La risa sana, esa que te nace de las entrañas, ya no tiene cabida. Hoy nos podemos reír ‘a pesar’ de la política pero ya no ‘de’ la política”, insiste Coe. El autor disfruta con la sátira más cruda y sus fieles encontrarán aquí personajes que les recordaran a ¡Menudo reparto!
Esta vez Jonathan Coe dibuja el desencanto político narrado desde la voz de dos amigas de la infancia, Rachel y Alison, cuyas vidas se cruzan con personajes desorientados. Un profesor obsesionado con una película que vio de niño o un supermillonario que contrata a una tutora para que enseñe a su prepotente hijo –estudiará matemáticas en Oxford– a comportarse como un chaval de clase media en una “operación antielitismo”. “A veces trazo historias que yo creo que son imposibles, como esta, y luego resulta que son ciertas, que existen o son tendencia”.
Otro de los personajes, una cantante que quiere recuperar su popularidad en un reality (“me parece una de las fórmulas televisivas más deshonestas que existen”), le sirve para lograr uno de sus efectos preferidos: que el lector se sienta incómodo. “Este es un libro sin tesis, libro político con final abierto, que da preguntas sin respuesta y que quiere descubrir si es adecuado reírnos de nuestras desgraciadas situaciones políticas, si sirve de algo ”.
No menos inquietante es el magnate de prensa y su hija aspirante a columnista ultraconservadora... “La precariedad de la vida de la clase media es algo que quería denun- ciar. Es un libro poscrisis. En el 2008 la clase media vio que su estilo de vida se construía sobre cosas insustanciales y supo que sus cimientos se desmoronaban”.
De fondo, un personaje real cuya muerte atormentó algunas conciencias durante años: David Kelly, inspector de armamento de las Na- ciones Unidas en Irak que se vio envuelto en un escándalo de filtración de datos que puso contra las cuerdas a Tony Blair. Aunque, oficialmente, Kelly se suicidó en el bosque en el 2003, siempre hubo sospechas de una conspiración asesina. Las crónicas titularon el caso: “La misteriosa muerte que no deja dormir al Reino Unido”.
“La muerte de Kelly me perturbó como a gran parte de la ciudadanía británica. Su misterio es una resaca en nuestra vida y me pareció un buen punto para abordar el tema de por qué nos metieron en el lío de Irak. Fue el principio del desencanto hacia Blair y el principio del cinismo respecto a la política”.
El mosaico de personajes y las situaciones disparatadas alrededor de la entomofobia, los tuits ofensivos o la tentación de los corruptos conforman una crónica de la deriva de Inglaterra. El desmantelamiento de la sanidad pública, la evasión fiscal, la emigración ilegal... la pérdida de la inocencia por parte de generaciones enteras.
El autor, talentoso constructor de tragicomedias, quiere divertirnos con diálogos desternillantes. “En esta novela postmoderna me he cuestionado muchas cosas sobre mí mismo. Lo he pasado muy bien haciéndola, no me ocurre siempre. Los jóvenes escritores ya no saben aislarse del ruido para escribir. Mis hijas adolescentes no saben lo que es el aburrimiento...”.
“No sé escribir sin humor, soy un adicto; pero hoy es difícil reírse de la política sin caer en el cinismo más amargo”