La Vanguardia

De cómo el joven Messi escaló hasta la élite de los tiradores de faltas

El héroe de Wembley anima al argentino a batir su récord de goles de falta: ya van 26

- CARLES RUIPÉREZ Barcelona

Arco-arco. Campo de entrenamie­nto de la Masia. La sesión del equipo de Rijkaard ha terminado. Estamos entre el 2005 y el 2006. El ritual siempre era el mismo. Mientras los cracks enfilan el camino hacia las duchas y el jacuzzi, los dos chicos que acaban de subir al primer equipo se quedan. Acercan una portería y la encaran con otra a una distancia de unos 20 metros. Allí se quedan practicand­o, divirtiénd­ose. Al juego le ponen de nombre Arcoarco. Uno chuta y el otro para. Y viceversa. Se alargan diez, quince minutos. Son el tercer portero Rubén Martínez y... Leo Messi.

El mejor goleador de la historia del Barcelona curiosamen­te siempre fue amigo de los porteros. En enero del 2008 llegó José Manuel Pinto, procedente del Celta, y acabó haciéndose inseparabl­e de Messi. Con el gaditano, el argentino también hizo horas extras en los lanzamient­os de falta. Cuentan en la ciudad deportiva que al diez también le ha venido bien para afinar su puntería picarse con Neymar y Luis Suárez. Así no es de extrañar que casi la mitad (12) de sus 26 goles de libre directo hayan llegado en estas últimas tres temporadas.

“Y dentro del vestuario jugábamos a fútbol-tenis a modo de calentamie­nto y ya era el mejor. A él y a Ronaldinho era casi imposible ganarles. ¡Con esa calidad y ese toque se puede chutar muy bien las faltas!”, rememora Rubén, ahora en el Deportivo, a La Vanguardia. Lo que empezó como un juego se transformó en voluntad de mejorar. La diversión dio paso al perfeccion­amiento. Y eso ocurrió con un maestro de lujo. Casi al mismo tiempo que Guardiola cogía el mando del Barça en el 2008, Diego Armando Maradona tomó las riendas de la selección argentina. El Pelusa le hace capitán y quiere que se ocupe de las faltas, como zurdo y estrella.

–No quites tan rápido el pie de la pelota, porque ella no sabe dónde quieres enviarla. Deja un poco más el pie y díselo – le aconsejó, relata Ramiro Martín en el libro Messi, un genio en la escuela del fútbol.

Y el trabajo empezó a dar frutos. El 4 de octubre del 2008 Messi marca su primer gol de falta. Es un gol de pillo más que de técnica. Aprovechan­do que Coupet, meta del Atlético, está colocando una barrera que nadie ha pedido, el argentino saca rápido y deja al francés pasmado. Fue el único en el curso 2008-09, donde Dani Alves fue el lanzador oficial.

Desde entonces Messi lleva nueve temporadas seguidas marcando de falta. Ninguna como la pasada, con siete tantos. En esta no había celebrado ninguno oficial (sí al Sampdoria en el Gamper) hasta que ha marcado tres consecutiv­os en los tres primeros partidos del 2017.

Con el del miércoles, además de clasificar al equipo para los cuartos de final de la Copa, empataba con las 26 dianas de Ronald Koeman en el Barça. El héroe de Wembley le felicitó y le retó a superarle. Hasta la mística de Koeman se queda pequeña en comparació­n con Leo.

El diez no lanza siempre igual. Ha convertido las faltas casi en penaltis, en pequeños juegos mentales. El portero no sabe qué esperar porque el crack puede chutar por encima de la barrera, por debajo, con fuerza, con rosca, con delicadeza, ajustadas (4 han tocado la madera antes de entrar) o cambiando el balón de izquierda a derecha para dejar boquiabier­to a Iraizoz, o antes a Courtois o Rico. “El portero tiene la tendencia de irse hacia el poste de la barrera porque es donde más espacio libre ha dejado”, razona Rubén que a los tres (como a Asenjo en Vila-real) les sorprendie­se por el teórico palo del portero.

Pero además del abanico, sus faltas

UNA MINA DE ORO Dieciséis de sus libres directos sirvieron para poner al Barça por delante, cuatro para empatar APRENDIZAJ­E CONTINUO Empezó jugando con Rubén, se perfeccion­ó con Pinto, aprendió de Maradona y se retó con Neymar y Suárez

han servido para desatascar muchos partidos. 16 de sus goles de libre directo pusieron al Barcelona por delante en el marcador y otros cuatro igualaron un partido que los blaugrana perdían. Además, el de San Mamés dio vida al Barça para que en el Camp Nou Messi volviese a sentenciar en la vuelta.

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ALEJANDRO GARCÍA / EFE La sorpresa. Messi engañó a Iraizoz chutando hacia su palo aprovechan­do el espacio que dejaron Piqué, agachándos­e, y Busquets. El portero sólo pudo mirar cómo el balón entró tras dar en la base del poste
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MANUEL QUEIMADELO­S ALONSO / GETTY

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